El fin del ser humano sólo es la investigación, para poder crear ininterrumpidamente.
El que activa este segmento en el orbe cognoscitivo, está predispuesto a cristalizar sus más grandes sueños en este corto paseo terrenal. Es que la motivación de esta fuerza cósmica universal en su más grande dimensión, hace divisar desde arriba al mundo desde la grandiosidad de un sitial superior propio de los que desarrollan su intelectualidad junto a la fe y la esperanza por el gran cambio. Si el hombre se despoja de todo su negativismo que lo acompaña es cuando surgen recién los buenos técnicos, políticos, pensadores, ideólogos, hombres de ciencias, de letras, etc. Antes no aparecía en el ser tal disposición porque se tenía el cerebro ocupado por sentimientos nada positivos y no dejaba que aflore la verdadera capacidad del ser. Al abrirse las puertas hacia la divinidad existente son el momento en que cada uno se da cuenta de cuál es la razón de su existencia. El que avanza ajeno a flaquezas o bajezas vanas, genera en sus entrañas todo un espacio de bondades que lo hace baluarte y adalid de la productividad laboral, como también fuente de las mejores enseñanzas que redundará en la formación del futuro profesional que el planeta tanto necesita. Es que no se puede exigir la paz mientras hay una guerra interior en nosotros mismos. Sembrar una flor en el jardín si somos incapaces de percibir su aroma. Pedir inteligencia al ser si no podemos comprender la belleza que rodea al entorno. La tierra no es de los que acaparan, trofeos, galvanos, medallas, cetros, coronas, altares logrados con esfuerzo propio o de oscura manera. Es de aquellos que plenos de humildad, sin tanto halago, han obtenido con trabajo tal sapiencia y la aplican en la solución de los problemas cotidianos que agobian a la sociedad. Cuando todos tengan un pensamiento unitario y se visualice a este suelo bendito con los ojos del corazón, el universo será una digna morada de ser vivida porque se valora a cada ser con una equidad sin fronteras y se le da el umbral que se merece. Al existir la igualdad caería por tierra de rodillas la ambición y el saber dará su fruto como expresión de identidad con las grandes mayorías que anhelan que se les valúe a conciencia, con justicia e imparcialidad.
Es que en un espacio de extrema pobreza, hambruna y corrupción, no se concibe que el mandato que se consigue de buena o mala forma sirva como arma de ataque y hiera al que se eleva directo al cielo en memoria a sus virtudes. O de lo contrario apure su camino rumbo al abismo a las víctimas del infortunio. Por eso se deduce que el verdadero sabio no lacera, es más bien el que cura las heridas del alma, con la energía invisible de su luz interna. Más quien no respeta la regla divina del existir, sucumbe en el fango del cual es el dueño. Por eso hay tantas eminencias que no viven diariamente, sino que agonizan irremediablemente en su horizonte de grandezas por esclavos de su avaricia y pedantería sin límites. Para que esta historia no se repita y se acabe de una vez por todas es urgente que desde niño desarrollen una cualidad espiritual ya sea por predisposición genética o el estudio académico, partiendo del arte integral en todas sus manifestaciones habidas y por haber. Es que el arte enternece, humaniza, espiritualiza al ser en su máxima expresión y le da el horizonte prístino para que pueda vislumbrar su más grande realización humana y lo haga acreedor de atributos no comunes en las personas. De no ser así, seguiremos como estamos, echándole la culpa a todo el mundo de lo que ocurre, cuando el remedio está a la mano porque talento habrá en todas partes si la ofrenda del saber la hacen solamente los que son dignos de heredar ejemplos de vida por sus obras imperecederas e inmarchitables que perenniza la historia. De tal forma que las juventudes sigan el camino que iniciaron tales guías y exista la generación de innovadores, creadores, de humanista proyección en el tiempo y el espacio infinito por los siglos de los siglos.