EL SUEÑO QUE DICHA AUGURA

Todo país para emprender el raudo camino hacia el crecimiento y desarrollo sostenido, requiere de hombres comprometidos con su realidad de manera solidaria.

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Más en verdad, no hay una entidad superior universitaria que forme totalmente el profesional que se necesita para alcanzar umbrales de excelencia. Se precisan de baluartes del conocimiento que puedan ser útiles en nuestro medio y en cualquier latitud del mundo. Que cumplan con el verdadero rol del  humano. Ser investigador, creativo, que comparta su sapiencia y apoye con alma vida y corazón al desposeído.  Por convicción positiva, con proyección social, un visionario de su tiempo, ser dueño de empatía, proactividad, sinergia, objetivos comunes, amante de la justicia y la equidad.  Literalmente en el papel es lo que nos falta en la sociedad para emprender el gran despegue que lleve a la comunidad  al escenario del bienestar general.  Más qué hacer para formarlo y  reúna las características antes mencionadas. Una reforma en la educación en sus tres niveles de inmediato para crear el hombre nuevo que el mundo necesita. Un cambio en la política y en la economía y en la mente de los seres, de tal manera que cada cual tenga la oportunidad de vivir con dignidad, de trascender con libertad, de aportar intelectualmente con empatía, contribuyendo de esta manera a forjar el innovador modelo de existencia que se quiere. Dicho estado ideal es fruto de un proceso mental. Si hay un verdadero entendimiento de  a qué se ha venido a este mundo, se despejará el firmamento hacia  la invención y el hecho de lo novedoso será común en el devenir patrio y se desterrará las primarias necesidades que aquejan profundamente a la humanidad.  La solución está a la mano. Sin mínimo de egoísmo, ni de sentirse desplazado, ir cediendo el paso a las nuevas juventudes que con  su entusiasmo pleno de inquietudes y por pertenecer a otra época, vayan diseñando el orbe de ventura para la sociedad del futuro en base a la sapiencia. Por tanto, hay que levantar juntos la cerviz al cielo y con la euforia de otros tiempos, marchar con paso seguro hacia la cristalización de los más grandes ideales de los que vienen tras de nosotros. El camino a la gloria está lleno de espinas pero hay que ser lo suficientemente fuerte como para salvar todas las peripecias que no faltan en la vida. Por ello es necesaria una espiritualización relacionada con la natura sublime que nos acoge y con esa fuerza telúrica inmarchitable, emprender la marcha hacia la consagración de los más grande sueños. El remedio para no desfallecer en esta lucha por la bonanza duradera, no tanto está en la gran sabiduría que se tenga, sino en la aplicación efectiva del mismo en las tareas diarias con calidad y originalidad de tal manera que todos se beneficien de la propuesta exitosa que propone quien en forma desprendida forja un horizonte de mutua felicidad. La bondad existe pero para obtenerla en todo su esplendor es materia de sacrificio, por eso la voluntad es el arma que derrota todo oportunismo y predispone al ser a salir airoso de cuanto inconveniente se le presente. En este sentido la corona de la victoria no es de los que más dinero tienen o  más lauros han logrado en su corto paseo terrenal, es de aquellos que con lo poco que saben o tienen, aportan para hacer más corto el umbral hacia  la felicidad propia y de su entorno circundante para mutuo beneficio. El trayecto es largo y difícil, pero si hay ansias ineludibles de realización humana, se abren de par en par el horizonte de la felicidad sin límites ni fronteras

 

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