LAS VERDADES QUE DUELEN

En todas las realizaciones humanas, si no hay una conducta permanente dentro de la normalidad que dictan las  costumbres sociales; cada cual diseña su ruta sin salida aparente por el desorden existente, o  vive a duras penas, en una incertidumbre que no le importa la vida en grupa al no inspirar confianza el ambiente en la cual desarrolla sus actividades.

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Porque no quiere decir, que si al final dadas a las circunstancias y el oportunismo que nunca le falta al que no está en nada; hay una acción buena, va a quedar en el olvido toda una historia de desaciertos. Es que el hombre es malo o bueno, a medias tintas no hay, puede fingir si, pero ya tiene su sendero trazado y si sale de ello, es por conveniencia o por que finge, pero en el fondo sigue siendo el mismo. En  este sentido, si una tarea encomendada jamás se hizo bien, si todos los días de la  existencia solamente se lució arrogancia, pedantería, soberbia y solo cuando está en ciertos sectores de la población se muestra humildad y sencillez para quedar bien con las masas, estamos frente a un gran farsante que si se trata de un político, es lo peor que ha podido existir. Cada cual sabe lo que tiene que hacer según la tarea emprendida y si  toma las riendas de la patria, es porque hay una firme convicción de servirla por encima de quien sea. Pero si solamente por intereses personales, o por simulado patriotismo o protagonismo, o votos y aplausos, sea la forma que fuere se hace eco a una agrupación que impone sus leyes y no la voluntad popular, estamos al frente a un títere que no tiene personalidad, ni derrotero político y sólo está como quien dice, para levantar la mano ante una propuesta de su bancada y así no se gobierna ni se contribuye al desarrollo de una región o  país. Peor aún si ante la razón, que se nota a muchas leguas de distancia, por terquedad, negativismo, indiferencia, prepotencia o falta de pericia, se dice no a lo que se  nota de lejos que es verdad y no se le enfrenta al causante de tan desagradable indecisión. Es aún más grave, si esa negación va acompañada de un cinismo cruel muy característico en la persona pero se jacta de imparcialidad y de ser un luchador por la causa de los más necesitados. Esta es la causa principal de toda desavenencia en un país que va rumbo a su consagración pero que por estas incongruencias  se quiebra esa armonía que lleva al gran cambio pero que por  la falta de credibilidad en quienes gobiernan, empieza a cundir en la población la desconfianza y al ser consecutivas es muy difícil que la población los mire con esperanzas. Es que la suplantación de puestos, la usurpación de posiciones, el desplazamiento del pleno de aptitudes, la no valoración del talento académico e innato, el ensalzamiento de individuos protegidos por el superior en razón a su mutismo y compra de conciencia, el desmedido protagonismo o silencio del que denuncia cuando le conviene o quiere alguna dádiva; conlleva a un desánimo general y se pierde el optimismo de llevar a los ideales de prosperidad al umbral del éxito.  Esta es una gran realidad que es imposible de negar y que delega un territorio cuyos habitantes han perdido la unidad, el trabajo en equipo, la solidaridad, los comunes objetivos  y se avanza por su lado y piensa en su futuro según la cantidad de dinero que pueda hacer acopio  según sus habilidades, de manera ego centrista e individualista. Cuando el gobernante solo se esmera en dar las comodidades materiales a los gobernados para que no reclamen, pero se olvidan de la parte espiritual, en los grupos humanos,  prospera la crisis, el caos, la violencia, la delincuencia porque no hay valores en el ser. Solo hay ambición, envidia, avaricia  odio y acomodo fácil por parte de los serviles de turno que le hacen sobra al omnipotente por una migaja de la gran torta que disfrutan a vista y paciencia del que  tiene que hacer milagros para llevar un pan a la mesa.

 

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