LA LIBERTAD DEL ALMA

El que es capaz de compartir hasta lo poco que tiene con quien más lo necesita, está en tránsito a  convertirse en un líder de verdad.

 

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Quien ante el peligro previene a los demás pero es el último en salvarse, es candidato fijo para ser con el tiempo y las aguas, un auténtico líder.  En estos tiempos modernos, como si fuese una plaga, muchos levantan la mano y se catalogan de líderes. Pero hay otros en  plazas y avenidas concurridas, que elevan su voz de protesta contra el opresor de turno. No le importa ni su vida misma, caminan con la frente en alto porque no le temen a nada ni a nadie. No tienen convenios con las fuerzas extrañas del gobierno lo que le permite enfocar con claridad la problemática nacional.                                                   Andan muy optimistas, plenos de esperanza en un futuro mejor. Dan ideas maravillosas, tienen  la solución a flor de labios.  Abren rutas de esperanzas  en los que han perdido la fe. Son creativos y sin tanta propaganda  o buscando oportunismos y falsa vanagloria, edifican  la conciencia humana con el ejemplo.  No van tras los lauros de gloria para hacer gala de sapiencia infinita. Esperan que los galardones lleguen por si solos y viene a ser como una retribución a su esfuerzo desplegado. El mundo está lleno de falsos profetas que venden ensueños con palabras bonitas, o quienes escudados en alguna organización, venden a los cuatro vientos la fórmula del éxito. Cuando el ser ganador es un estado mental que se construye día a día en nuestro ser interior. No es obra del mentiroso de masas que con su verbo florido intenta crear el paraíso sobre las cenizas del infierno. No es el resultado de un convencimiento repentino por parte de los que con lágrimas en los ojos, se muestran como si fueran los nuevos gurus de la salvación del mundo. Ya nadie quiero que le vendan sueños, o le oferten quimeras cargadas de vana fantasía. Lo que el hombre anhela es la verdad, exacta valoración, iluminados ejecutivos que no se hundan en un vaso de agua sino que salgan airosos cuando hay tormenta en el corazón y tempestad en el cerebro. El hombre muy fácilmente pasa de un estado de optimismo al torbellino del sufrimiento, por eso hay  que crear una generación en la cual los problemas pasen por encima de ellos y así estén con la soga el cuello, la sonrisa sea el saludo al nuevo día. Se puede ser así. Lo único que falta es que cada uno de nosotros debe ser un originador de amplios estados de felicidad y que todo el entorno sea mirado como si fuéramos hermanos de sangre.  Si hay esa unidad en todo el sentido de la palabra, recién podremos decir que estamos avanzando en crear la nueva hermandad universal que el universo necesita para desterrar la pobreza, la violencia, las guerras injustas, el dominio del mundo por ambición. Para ello, el conocimiento no debe crecer a pasos agigantados para  delegar la muerte con más rapidez, sino para preservar la vida y que sea más duradera y que las facultades mentales sean inmarchitables  y si es posible, hasta más allá de los estrados permisibles de la existencia humana. Para ello hay que ser líder pero de alma corazón y vida, con total desprendimiento, con empatía, con objetivos comunes. Pero a la vez todos debemos abrir bien los ojos y no hacer causa común al que usa la mentira como forma de gobierno. A nadie se le puede engañar desde que ya se tiene uso de razón, otra cosa es que se quiera vivir de las sobras del poderoso que forjar su propio camino y contra toda adversidad apuntar hacia delante hasta lograr la meta soñada. Se encontrará con una serie de espinas que producen la inercia eterna, pero hay que tratar de salir airosos ante las pruebas del destino. El hombre con la conciencia limpia, con libertad en el corazón  es capaz de construir su propia existencia y orientarlo hacia nortes de ventura porque ha nacido para triunfar y dejar huellas para la posteridad.

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