POR UNA DIGNA EXISTENCIA

En vista que hasta el más connotado hombre  versado en ciencias, arte y cultura en algún momento de su vida, de manera muy inocente o a sabiendas, comete incongruencias en su vida personal o en los casos extremos, comete yerros que lindan contra la delincuencia y las buenas costumbres o atenta contra su propia vida y de los demás e inclusive se ve envuelto en acciones que dejan por los suelos su reputación ganada como intelectual.

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Deja abierta la posibilidad de pensar que en ciertas oportunidades, la educación no es sinónimo de perfección. Una cosa es toda la gama de conocimientos que se puede adquirir a través del aprendizaje y otra es la conducta que se debe conservar en todo momento. Pero ¿Por qué una persona de un coeficiente mental desarrollado se porta como el más insignificante de los mortales? Simplemente porque no es lo mismo sapiencia con calidad humana. Hay muchas personas cuyo desarrollo intelectual no va a la misma altura que el cultivo del espíritu. Se pude ser un sabio sin fronteras pero con la ponzoña de la  más vil alimaña.  En este sentido, el que solo adquiere sabiduría que le permitirá desempeñarse en una carrera o profesión con éxito y no se concientiza sobre su rol sobre la faz de la tierra, en cualquier momento es tentado por el pecado y cae sin pena ni gloria levantando polvareda en la sociedad en que vive. Es posible convertirse en un hombre creador a quien todos le tienen admiración, pero si no hay conciencia humana, el poder, el dinero y la fama ciega los horizontes de triunfo y cae derrotado en su mismo sendero de fatuas realizaciones. El remedio para que el hombre no desconozca las leyes de la naturaleza, es ni más ni menos que la humildad. Ocurre que el que nunca fue nada en algún instante de su vida  y de la noche a la mañana se ve rodeado de laureles y halagos que no le ha costado mucho esfuerzo, le choca su nueva posición y se cree rey del mundo. Pero tiene que pensar que todo es efímero y pasajero y cuando no tenga brillo su corona, no es otra cosa que cualquier mortal. El que está volando sobre las nubes, sin el cetro de mando, sin la banda dorada y sin las amistades que lo llevaron al estrellato, es simplemente un habitante bajo el cielo de este universo incomprensible. Es que así sea un superdotado desde el punto de vista cognoscitivo pero carece de empatía, solidaridad y objetivos comunes; es  uno más  de los tantos que diariamente  luchan por sobrevivir no tan dignamente que digamos. Es que hay esclavos del trono de grandeza y mando y otros son dependientes de algún ser que le da la vida a costa de su silencio. Hay varias formas de servilismo, pero sea cual fuere su grado de obediencia, es una de las posiciones más indignas que puede un ser humano tener con el fin de llevar una vida cómoda. Por un pan algunos llegan hasta comportarse como corderitos del vil opresor. Pero en la calle se dan unos aires de héroes que dan ganas de llorar de emoción.  Hay de todo en este mundo pero las verdades son evidentes que una mueca de engaño a sus semejantes, solamente produce risa.  No se puede ocultar la luz del sol con un dedo. Es que una patria como la nuestra en la que más abundan las debilidades que las virtudes, el tránsito de la victoria al olvido solamente hay un paso.  Hoy día se puede ser una estrella y mañana  un lucero apagado.  Pero si más predomina la bondad en nuestros actos, la providencia nos lo devuelve multiplicado y es cuando la persona goza de felicidad eterna, sino siempre vivirá pendiente de su suerte y si algo le sale mal, le echará culpa al destino. Cuando   es  el verdadero constructor de su dicha o todo un mañana de tormentos. De cada uno de nosotros depende vivir entre edénicos matices o ser prisionero  de los barrotes del   averno

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