Es muy cierto que toda persona se desempeña mejor y es más productivo cuando realiza una labor de acuerdo a sus habilidades, oficio u profesión.
Es que al hacer la actividad para el cual tiene predisposición, lo ejecuta con alegría, y convicción. Ahora, si la persona es muy consciente de su rol sobre la tierra y sabe a que ha venido a este mundo, sus horas de trabajo serán de total entrega a las grandes mayorías y brindará un servicio en la cual la recompensa pasará a segundo plano. Lo que manifiesto a través de esta reflexión, está basado en la más real experiencia y verdad. Por esta razón, no es nada halagador ver como a diestra y siniestra de la noche a la mañana, a lo largo de nuestras tres regiones, abundan los suplantadores, los reemplazantes, los que se apoderan de puestos laborales ajenos. Sin saber leer ni escribir, sin tener razón de ser, sin las cualidades necesarias. Aún peor, sin el mínimo conocimiento, o aquellos que nunca han trabajado, o los famosos titulados porque el dinero lo puede todo; como pago a favores de todo tipo, como escalan posiciones y se atornillan en sillones dorados y lujosos escritorios e intentan aparentar que están trabajando. Más, quién no sabe, lo que no nace no crece. Por eso es que rápido se acaba el brillo de la falsa capacidad y eficiencia y el mismo público se da cuenta de su real ineptitud y en lugar de generar bienestar, más bien propician la critica de la ciudadanía que no está para ser victima de los desaciertos de alguna persona que quiere ser lo que soñó, no por cualidades, sino por que la ingenuidad, casualidad y la publicidad desmedida, a veces hace el milagro imposible. Pero no se puede vivir de un golpe de gracia o suerte ni confiar en lo que por causas extrañas ocurre y como por arte de magia sucede. De ahí que a veces surgen desatinadas decisiones que desnudan su tremenda incompetencia y el castillo de ilusiones de desmorona por ser simplemente de arena. El tener sentido común, ante un abanico de estrategias que conlleven hacia una luz en la oscuridad de la noche, se requiere de tino y una empatía sin fronteras. Aquí no valen ideologías políticas ni pensamientos de grupos que hacen fuerza común para salir del abismo en que se encuentran. Se requiere de un profundo patriotismo y entrega por las causas de los que más necesitan, en ser la esperanza de aquellos que han sido marginados toda la vida por no haber mostrado una pública adhesión a las corrientes gubernamentales de turno.
En este sentido, el que es gobernante a secas y no es un líder, o es producto de la euforia electoral o porque no había “otro mejor”, las campanas del fracaso están empezando a tañer y auguran que su reinado será un debut y despedida. Cuando no hay ese cordón umbilical de afecto que une al que tiene el mando con el pueblo, se suscita lo que siempre ha venido sucediendo y que ya se ha vuelto una costumbre como si fuera parte de nuestro folclor. Ingresan con bombos y platillos pero terminan criticados, pifiados y hasta odiados. Para que esto no ocurra, siempre tienen que caminar por la senda de la humildad, valorando al que se merece, colocando en su lugar al que le corresponde y con la honestidad por delante. Es que ninguna dependencia edil o regional es una especie de mutual en la cual se invierte dinero para llegar a ella y después obtener dividendos. El que piensa así, está embriagado por el licor de la mediocridad y hundido hasta el cuello en el fango de la ambición y toda persona que está en esa situación, sólo le espera el repudio como pago a su falta de calidad humana y espiritualidad. Se llega a lucir una banda para transformar las estructuras de la sociedad y para aperturar horizontes de ventura con medidas acertadas en bien de las clases menos favorecidas. El que no tiene bien claro este concepto, desde ya esta labrando su propio tumba y al no haber dejado huellas, será una eterna victima de un agrio recuerdo por las desacertadas acciones, el pueblo jamás olvida.