EL MAL DE LA FALTA DE TIEMPO

En el mes de las fiestas patrias, aparte de ser el tiempo de la llegada de coloridos espectáculos circenses, también es la época de los exámenes en todos los niveles educativos.

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Por eso no es nada raro ver a jóvenes de todas las edades estudiando en los parques, plazas, inclusive leen sus cuadernos en las combis, caminan por las calles leyendo y hasta lo hacen en  el baño. Muchos madrugan por esta vez  y buscan lugares apacibles para estudiar. El noctámbulo se vuelve santo y hogareño, los amantes de la discoteca, el Chat y los juegos electrónicos, paran la mano como por arte de magia y tratan de asimilar lo que no lo han hecho en meses.  Se intenta como siempre a ultima hora   y cual si fuera una grabadora trata meterse todo a la cabeza de la noche a la mañana. Hay algunos que no han asistido a clases pero con toda libertad se presentan muy orondos a dar el examen como si los conocimientos ingresaran solos a su mente. Se creen con derecho porque son muy sabihondos, pero la verdad es que tratan de  intentar aprobar, solamente amparados por su suerte porque de sapiencia son nulos. Lo que  ocurre no es ninguna novedad, los padres y maestros se cansan de repetir, estudien chicos, pónganse al día, pero a pesar de todo se hace de los oídos sordos y faltando pocas horas todos se vuelven estudiosos o de lo contrario acuden donde el profesor y esbozan la justificación más inverosímil, como por ejemplo matan a toda la familia, estuvieron enfermos,   se le murió el perro, se derrumbó la casa, en fin  la fantasía entra a tallar para tapar el vació al no haber una causa justa  y creíble que convenza del todo su inasistencia o falta de capacidad para rendir las pruebas escolares. Hay un grupo más avezado que con regalos, prebendas y todo tipo de colaboración quiere cambiar su rojo con un azul en la libreta. Hay de todo. Lo que realmente sucede es que no se le da importancia al estudio y muchas veces es porque no les resulta atractivo al tener al frente a un educador repetitivo, sin motivación, que no inspira confianza, que muestra desgano; entonces el alumno le pierde fe y no le pone ni el mínimo interés a lo que explica. Claro que hay otros que se alejan del todo y solamente asisten por cumplir y de ellos es muy poco lo que se puede esperar por no estar totalmente concientizados en la gran tarea de aprender. Ante esta realidad lo que se debe hacer que debe haber un acercamiento total entre los padres y los profesores desde educación inicial hasta estudios superiores. Hay desinterés en todos los niveles. De tal manera que juntos padres de familia, alumnos y profesores, supervisen la gran tarea de transformar la mente de la juventud. Que los profesores no solamente se dediquen a enseñar y calificar sino a cambiar de mentalidad a los educandos. Crear en el joven el joven una fuerza de voluntad indeclinable  para que redunde en un sentido de  responsabilidad constante y anteponga sus estudios a todo tipo de distracción. En esto influye mucho el hogar. En este caso todo padre debe ser el primer educador del niño. Esto se ha dicho hasta la saciedad pero no hay resultados óptimos por la que hay que retomar el camino nuevamente y  buscar que el estudiante sea como tal y que los frutos sean convincentes. En realidad,  nadie es tan escaso de conocimientos como para no velar por el futuro de la prole, ni tan sabio y ocupado como para decir que por falta de tiempo no puede orientar el desarrollo y futuro de sus descendientes. Cuando se prioriza las actividades, se delega funciones, se es disciplinado, siempre hay una vitrina para poner en su lugar cada cosa. En este sentido eso que “no tengo tiempo profesor” es totalmente falso. Hay tiempo para todo cuando se  quiere cumplir con el cometido. Cuando no se sabe a dónde se quiere llegar es que la persona se vuelve en un cúmulo de problemas y esa mala costumbre nubla todo éxito personal.

 

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