A LA EXISTENCIA FUGAZ

Nuestra patria atraviesa por una serie de problemas en la cual lo más notorio es la pobreza a pesar de las riquezas que se tiene.

 

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La desocupación cada día es más agobiante. No hay trabajo ni para los profesionales. Pero ¿acaso nuestros gobernantes no saben lo que ocurre?. Lo saben muy bien. Pero es que la crisis es tan grande que no se va a solucionar todo de la noche a la mañana. Se requiere de muchos años para que el país camine por  el sendero del bienestar general. Las medidas correctivas que se toman no dan frutos de inmediato porque da la impresión que hay intereses creados en cierto sector de peruanos. No quisiera ni imaginarme pero aún hay personas que les gusta vivir del dolor ajeno. Les conviene el atraso porque de eso viven. Hasta parece que los padres de la patria no tienen vocación de servicio, no todos por supuesto, hay honrosas excepciones. Es que cada cual defiende lo suyo pero no  están  entronizados con las grandes mayorías nacionales que son los que más padecen. El que tiene su trabajo y además goza de buena posición económica, le interesa un comino lo que le ocurre al vecino. Para colmo de los males, si está en desgracia, se siente feliz del sufrimiento de sus semejantes. Los que tienen el poder entre sus manos poco o nada conocen de empatía y los que le siguen o conforman su entorno menos. Se sienten dueños de la situación porque están amarrados con el que tiene la banda de oro y a los demás los miran como si fueran personas de tercera categoría. Pero diariamente se habla de equidad, igualdad de género, solidaridad, objetivos comunes, trabajo en equipo, en fin, se comenta de valores y virtudes hasta la saciedad, pero ¿quién hace caso?. Es que ¿no se puede vivir en armonía y compartir  las alegrías y penas juntos? Es que somos tan duros ante las desgracias de otros. No creo que se haya deshumanizado tanto la humanidad. Algo hay que hacer. El remedio esta en cada uno de nosotros. No podemos ser el causante de negros nubarrones y expandirlos por doquier como si fuera una epidemia. Por qué no somos originadores de un clima de sosiego y lo ofrendamos  con amor del corazón  a todos en general dejando de lado idiosincrasias, ingratitudes, diferencias.   Por qué no aprendemos a mirar  a todo nuestro entorno como si fueran parte de nosotros mismos, nuestra familia, nuestros hijos. Acaso la vida es comprada. El paseo terrenal es corto por eso hay que aprovechar al máximo el tiempo de existencia que tenemos solamente en dejar huellas para la posteridad. La bondad no cuesta. Reside en todo ser. Lo único que falta es dejar de lado la avaricia, ambiciones desmedidas, la hipocresía y abrir las manos a todos como lo hizo Cristo y acogerlos en un mismo regazo. Hay que mostrar algarabía por el triunfo ajeno y compadecerse del que  anda ausente de dicha por crueles sinsabores que no falta en este tránsito hacia la muerte. Es que al final no  somos dueños de nada, todo se queda sobre la faz de la tierra, no nos llevamos nada. Los lauros de gloria, los honores, los títulos, las grandezas, sólo un tiempo  dan su luz, después viene la oscuridad y hasta el olvido si es que los rastros no fueron profundos en este mundo  tan difícil y complejo. Por eso lo más aconsejable es ofrendar amor y paz  a cada instante en el lugar que cada uno se encuentre. Nadie es tan frío como para no albergar en sus entrañas la fuente del afecto ni tan orgulloso como para creer que es poseedor de la noria de la eterna juventud. Todo tiene un tiempo de residencia planetaria por lo tanto es mejor brindar una sonrisa  alegre a todos en aras de acrecentar la hermandad universal para que no exista la guerra entre nosotros mismos. 

 

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