EL CAMINO A LA VICTORIA

La acción de creerse un dotado de sabiduría y connotarse como  si fuera una novena maravilla del mundo sin tener tales virtudes, es el mal del siglo.

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A diario somos testigos que hay personas que se  molestan por el triunfo ajeno. Hasta vociferan a los cuatro vientos  ser lo únicos capaces de hacer obras maravillosas que marquen historia. Pero su tan comentada gran capacidad nunca ha llegado ni llegará más allá de sus narices por su enfermizo egoísmo y vanidad. Nadie en la tierra es dueño de todo el conocimiento humano, por más científico e investigador que sea, siempre hay alguien que sabe más que el otro. Por lo tanto lo  correcto es tratar de ser ese “otro” siempre, para no quedarse rezagado en la lucha por tener una existencia decorosa y productiva.
De desplantes de grandeza tanto económica y de sapiencia infinita, quién no ha sido testigo alguna vez. Se toman unos aires casi divinales, que desdicen mucho de la persona en mención. Se crean una atmósfera de eminencia, de ser de otra galaxia, de ser de otro lote. En realidad todo es egolatría, porque así lo fuere, expresa la grandeza de su espíritu, si hace gala de humildad. Ni el oro, los puestos  de gran altura, las riquezas materiales, simbolizan la calidad de la persona. Solo el saber actualizado, eleva al hombre a los umbrales de la gloria y prosperidad siempre y cuando deje huellas profundas en su apurado y corto paseo terrenal. Las personas hacen historia solamente cuando demuestran las bondades de sus almas. Cuando de las aptitudes que son poseedoras, hacen una fuente de cristalina agua celestial, donde puedan beber todos aquellos que están ávidos de  buenas nuevas. En dar y recibir, esta la clave del éxito. No hay más. Después, todo lo que se diga, sería en vano si es que no hay en cada uno de nosotros esa predisposición de cambio de mentalidad. Los gurús de la realización personal esbozan magistrales fórmulas para cambiar la humanidad, pero la cosa sigue igual y muchas veces hasta peor. Es que nadie puede ingresar a una persona y cambiarle su forma de ser de un momento a otro. El cambio de la personalidad y llevarlo hacia senderos de triunfos  es  labor únicamente del mismo ser. Por eso hay tantos que han mostrado un gran coeficiente mental que les ha permitido una excelente profesión, pero que sin necesidad porque no las tienen, delinquen olímpicamente como si fueran personas sin cultura. El mundo está lleno de ejemplos y hasta hay quienes acumulan grandezas a través del abuso, la violencia, las guerras y se catalogan potencias mundiales. Puede ser por el poderío que poseen pero humanamente, dejan mucho que desear. Es que en la vida todo no está en ascender materialmente, sino también en elevarse hacia la cima de la gloria pero en base a una espiritualidad que depare calidad de vida. No se puede  ni es correcto brillar en el firmamento de ganador como si fuere una estrella, mientras en su misma heredad, hay trompetas de popularidad pero mezclado con  la inmoralidad y la peor degradación humana. La acción de vivir bien con Dios y con el diablo, no es la manera perfecta de encarar esta existencia. Preferible es caminar libremente por el sendero del bien irradiando esa felicidad por doquier por todos los rincones del mundo. Todos podemos ser soldados de la paz ofrendando amor sin mirar a quien. Si se deja de lado la envidia y el egoísmo, todos podemos ser promotores de un mundo emprendedor, donde el máximo sueño del hombre no sea el poder, sino la igualdad en su máxima expresión.

 

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