EL ÚNICO FIN DEL HOMBRE


Diariamente se puede ver en las oficinas, centros de trabajo, en los bancos, empresas, instituciones,  en fin en todo centro laboral a distintas personas desempeñando sus labores cotidianamente con buena, regular y nula eficiencia pero al menos  tratan bien al público.

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Hay otro sector que realiza sus funciones como si hubieran bajado de otro planeta y no se parecen a nadie y hasta se cree un superdotado de la naturaleza. Un rey con su corona  de brillantes y oro puro. Ya no saluda, ni te mira, no conoce a los amigos, te atiende rápido porque está sumamente ocupado. No tiene tiempo para nada. Camina con la frente en alto, saca pecho, se da unos aires de majestuoso pavo real. La pedantería y orgullo es lo que se nota a muchas leguas de distancia. A parte de ello, se cree un iluminado del conocimiento. El único que sabe de todo es él, los demás no están en nada. A parte de ello, es  envidioso porque ante un favor, pudiéndole hacer, no lo realiza simplemente por egoísmo y vanidad, lo que demuestra que esta enfermo de egolatría en su alma, corazón y vida. Deben saber esos enfermos sociales que no se desarrolla habilidades innatas, se adquiere sapiencia, se estudia o se escala posiciones para creernos la divina pomada y mirar a los demás por encima del hombro, o solamente para dar grandiosidades a la familia y hacerse millonario en el menos tiempo posible y disfrutar de todo lo existente. El asunto no es así. Todas las personas acrecientan su mundo cognoscitivo para servir a los demás sin esperar ningún tipo de recompensa. Cada cual trata de adquirir mayor sabiduría para tener más facilidades de poder brindar bienestar general, mejores horizontes de ventura,  nuevos caminos de prosperidad al mundo circundante.  Esa es la única y gran verdad. En aprender, investigar y ofrendar rutas de solución a los problemas que aquejan a la humanidad, está la razón de existir. En observar, entender y desarrollar estrategias de cambio por mejor calidad de vida está la llave del éxito. No es más feliz aquel que gana buen sueldo logrado por su capacidad o por arte de magia, tiene una hermosa residencia, una considerable cuenta bancaria, un casa y yate para pasar el verano en la playa, un auto ultimo modelo y de mascota un faisán, pero su cerebro es vacío. Mas feliz puede ser el que hace canastas en la chacra, trabaja toda la familia desde que sale el sol, vive en una choza y guarda su plata bajo el colchón. Cuál es la diferencia entre cada uno; simplemente que  el primero es no más que un consumidor de los tantos que existen y el segundo, dentro de su humildad,  es un auténtico creador. Es que la felicidad no reside en la cantidad de plata que tienes sino en la armonía en que vives disfrutando hasta de lo poco que puedas tener. En este sentido las caras orondas de magnificencia, los que nunca andan a pie porque se le ensucian los zapatos, las poses estudiadas que denotan poder, puede ser una tremenda careta para ocultar un rotundo fracaso en su mundo afectivo, empático, social y familiar,  mientras  el que sin tanto alarde de riquezas,  viste, calza y come modestamente, pero en armonía familiar y puede tener más dicha que cualquier mortal que se cree que ha inventado el cohete para llegar a  Marte.  En esta caso, lo único que queda a cada uno, es pisar tierra pero con los dos pies, valorarse en toda la extensión de la palabra y de manera imparcial encarar a la vida, pleno de justicia y a conciencia diseñar su propia ruta de vida y enrumbar por el camino hacia la eternidad pleno de humanidad y espiritualidad mirando a todos como si fueran sus hermanos, que el éxito no es  del creído, sino de aquellos que sin tanto alarde, comparten hasta lo que les hace falta por que más felices pueden hacer a los que más necesitan.

 

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