No es una verdadera conducta humana querer oscurecer la luz del día y decir que es noche cuando hay sol por todo lado.
La mentira es la peor arma de la persona común y corriente. Oponerse a una realidad evidente, es un infame recurso del mediocre. Es preferible decir – me equivoqué -, antes que intentar a la fuerza lograr credibilidad de las grandes mayorías, cuando la verdad se nota a muchas leguas de distancia. Los tiempos han cambiado, las mentes han madurado y ya no es fácil engañar a los grupos humanos con un abanico de fantasías y palabras bonitas. La mayoría de las personas adultas han sido testigos del devenir del tiempo en diferentes épocas y ya no creen en elocuentes frases dichas con toda la euforia del caso, con lágrimas en los ojos y gestos de desesperación acompañado de voces destempladas como suplicando aceptación. Hacen todo un teatro de la vida cotidiana y de sus acciones con el único fin de aparecer como auténticos héroes cuando no otra cosa que villanos y de la peor calaña. Los únicos que a pesar de sus años siguen con el biberón en la mano y no muestran raciocinio, son toda esa pléyade de convenidos, sumisos robotizados, sin personalidad y conciencia que siguen a los falsos líderes en las buenas y las malas y así sepan que están actuando mal, siguen porfiadamente pegado a esos tristes personajes de tenebrosas comedias, porque son quienes le dan la vida. Saben que están demás, que son manejados como títeres, pero como no tienen sangre en la cara, agachan la cabeza, se hacen los locos y siguen para adelante, lo único que le importa es ganar un sueldo y no importa así lo hagan arrastrándose diariamente arrojando veneno por doquier. Estos son los nuevos reptiles que han aparecido como producto de aquellos que gobiernan con la prepotencia y el autoritarismo. Antes también había, pero tenían algo de vergüenza y no se hacían notar mucho, eran más cuerdos y al menos por respeto a sus familias, trataban de aparentar honorabilidad, asertividad y autoestima. Pero las nuevas generaciones de estas alimañas con corbata y hasta algunos colegiados, se han perfeccionado en promover la maldad. Viven bajo las sombras del que tiene el poder y soportan de todo porque tienen un caparazón más grueso que una tortuga de las Islas Galápagos, declaran en medios informativos, se toman fotos y tratan de mil maneras de ser los emisarios de la farsa entre el dictador y el pueblo que ya los conoce y no les cree nada. En todas las partes del mundo existen por ser una epidemia peligrosa mortal tan igual como el SIDA. Pero los que tenemos en esta patria de mis sueños, están bueno para campeonatos. Caminan por las calles alegremente, con ellos no es la crítica, son muy atentos cuando les conviene, sonríen hipócritamente, han desarrollado el sentido del oído más que el común de las personas, escuchan y graban a muchos metros de distancia. Actúan y piensan como si el mundo se va a acabar mañana, pero algunos han perdido el sentido de ubicación y criterio, creen que nadie los ve ni saben cuál es su trabajo y como son muy laboriosos, consideran que el pueblo los va a premiar por su aporte a la sociedad. Es bien fácil darse cuenta quiénes son. Si están junto al jefe, no conocen a nadie, un poco más y le lustran los zapatos en público. Andan todos asustados y hasta se molestan si alguien los interrumpe en su labor de guardar las espaldas de sus superiores. Si aún no han podido identificarlos, les damos otra pista. Son los que trabajan sin horario. Se les encuentra hasta de noche en las oficinas y son los primeros que llegan. Nunca andan solos porque de repente alguien fumiga y pueden caer fulminados por el insecticida, es que son una plaga peor que la mosca de la fruta. Pero no se preocupen amigos lectores porque me han dicho que en Moquegua no hay este tipo de bicho, aunque algunos que tienen “ojo de ver”, me han confirmado que sí existen. Si así fuere, habría que tomar medidas de inmediato por su peligrosidad. Aunque ya les queda poco tiempo de vida, pero pueden procrearse más y seguir jorobando la paciencia y eso ya sería el colmo. El hombre es un ser pensante y se distingue por su dignidad, por lo tanto es inadmisible que tenga que rebajarse a la altura del más vil engendro terrenal.