Tratar de lograr una meta, un ideal, un sueño, un propósito a través del insulto, de la prepotencia, incitando a la rebeldía, retando, menospreciando, haciendo alarde de sapiencia, como si el planeta se fuera acabar de pronto, es un rasgo indigno del hombre.
Acaso no puede aspirar a cristalizar sus más grandes sueños pero dentro de los cánones del respeto mutuo. Nadie está libre de perder la cordura en cierta etapa de vida, pero tiene que ser por algo que vale la pena o que ya linda con la injusticia, pero si es un logro que no depende mucho de la persona sino lo que dice la mayoría, resulta inadmisible hacer todo un teatro donde prima la agresión verbal directa que se nota a la distancia. Cuando se trata de hombres públicos, el estupor es mayor que hasta las abuelitas se persignan y exclaman desconsoladas ¡Recógeme Señor¡ Es cuando recobra mayor credibilidad el postulado que hay seres cuyo grado académico, no va la par con sus actitudes. Pueden ser eminencias egresadas de Harvard, que gozan del aprecio de sus miles de seguidores pero que a la hora de la verdad, se portan como cualquier insignificante mortal, lo que deja entrever su verdadera personalidad y calidad humana. A todos se les conoce por su forma de ser, especialmente por sus actos y aptitudes. No se necesita vivir con ellos unos cien años para conocerlos. Basta con mirarlo y observar su conducta para saber con quién se está tratando. En este caso, cada cual, si acepta una proposición de parte de ellos, sabe demasiado a lo que se atiene por lo que las lamentaciones posteriores ya no tienen cabida porque sabía muy con quien se metía y a lo que se exponía. Hay casos en que la madurez física no simboliza un mejoramiento conductual, al contrario, más aflora con todo su veneno el lado oculto del ser que dice lo poco o mucha maldad que alberga en sus entrañas. Por eso hay que tener cuidado y ser muy fisonomistas frente a nuestros semejantes que vienen con palabras bonitas, un trato aparentemente pulcro, pero cuando abren la boca con rabia porque se oponen a sus requerimientos o encuentran barreras infranqueables que perturban su camino a la gloria; se le sale el demonio y utilizan un léxico y expresan unas ideas que en lugar de brindar salidas más bien hieren a su entorno. En ese caso, con esos tipos, ni a la esquina. Es que el mundo no es de los prepotentes a sueldo, sino de aquellos que conservan la calma y avizoran un porvenir, no es de aquello que se encaprichan en una cosa y a la fuerza quieren lograr sus propósitos así tengan que herir, dañar o matar. Nos preguntamos ¿Es cumplir un ideal? O simplemente una ambición desmedida. Todo tiene su tope, nada es como una mente acaparadora de lauros se lo imagina. Quien ya pasó de moda, no puede hacer retroceder el tiempo y el que recién aparece, tiene que ser consciente de su real capacidad. No se puede prometer lo que no se va a realizar. Los vendedores de sueños triunfaron en un cierto tiempo pero después cayeron envueltos en su propia nube de fantasía. Es cuando los seguidores eternos comprenden una vez más que lo que sienten no es convicción, menos patriotismo. Lo que le obliga a seguir en la danza así el pueblo se pare de cabeza, es amor a la vida fácil porque hace tiempo se han dado cuenta que hay formas de vivir sin hacer nada y se gana mucho dinero. Por eso hay que saber distinguir muy bien una fruta buena entra las podridas o el humilde pez entre los tiburones que devoran de todo así no tengan hambre. La verdadera cara del hombre no es la que se lava todos los días, sino la que aflora cuando sus objetivos no se cumplen porque la historia se opone.