Mientras se vive en un ambiente de incertidumbre y nada alentador, un grupo minoritario gana sueldos más de la cuenta, otros lo suficiente, una mayoría considerable es mal pagada y un buen sector, solamente DIOS sabe qué hacen para subsistir.
Mientras la tempestad avanza irremediablemente, cada cual se acomoda, se cobija al árbol que da más sombra, acepta dádivas, prebendas, propinas a cambio de sumisión y servilismo. En este desnaturalizado proceso intervienen todo tipo de personas incluyendo profesionales connotados de diversas especialidades. Está muy acendrada en ciertos segmentos, la costumbre de formar grupos sociales en torno a la fuerza productiva en la que prima el nepotismo, la familiaridad o los lazos amicales con la cual se desplaza al talento y poco importa la intelectualidad de los nuevos valores que aparecen en la escena nacional. Ante esta realidad que para nadie es desconocida ¿Qué debe hacer la juventud que va camino a su profesionalización? Seguir la corriente implantada por desfasados y obsoletos ideales de nuestra sociedad o romper los esquemas tradicionales, así lancen un grito al cielo los comodines de todos los tiempos que ocultos como epidemias, dañan las estructuras endebles del país. Según nuestra opinión muy particular por cierto, los futuros técnicos deben ejercer sus funciones plenos de originalidad, ser auténticos, cuya creatividad no deba conocer ni en sueños la esclavitud de acción. Por eso es necesario que se formen sin grilletes mentales. Un ser, que bajo el rojo y blanco de la patria, diseñe un futuro de ventura en bien del conocimiento, en la cual la usurpación de funciones, el desplazamiento a propósito, pase a la historia y cada uno se desempeñe en el puesto para el cual fue formado, pero siempre y cuando muestre capacidad profesional. Es que la mística debe ser: Que no basta tener el título para adueñarse del trabajo. Deben tener acceso al campo laboral, los que lucen mejor ética y técnica de punta con virtudes comunicativas y de liderazgo infinito. De tal manera que su ideología no trasunte entre barrotes lapidarios o parcialismos adrede por intereses creados. En este sentido, de nada vale una eminencia, si es dependiente de su propia ambición desmedida. Poco vale un sabio si es adicto a las bajezas y vanalidades que dan placer pero que después dejan un vacío de muerte y desolación en el alma que lo hará perder poco a poco su halo cósmico de avanzada. Aunque parezca quimérico, para que este mundo sea digno de ser morada de la humanidad, se requiere de hombres probos, grandes en sapiencia y humildad, inmensos en sabiduría y solidaridad, pureza en la conciencia y cristalinos en la verdad, con una mentalidad inmune al brillo del oro. Ajeno al encanto del vil metal que no le pertenece, ricos en fuerza de voluntad y pobres en orgullo, envidia y avaricia pero gigantes en creatividad, admirables en inspiración. Este nuevo soldado de la patria en tiempo de paz, debemos ser cada uno de nosotros con las armas precisas y suficientes para salir airosos en todo campo de batalla y con la entereza y pundonor de un ejército completo que no busca liquidar al enemigo sino, convencerlo que el abuso de poder, sólo deja muerte y destrucción y lo que más se quiere es la unidad planetaria para que otra sea la historia de la humanidad. Esta forma de encarar el mañana es posible si se alberga en las entrañas el fuego interno que hará que emane, a través de nuestros actos, una luz divina que simbolizará una eterna hermandad universal por los siglos de los siglos que vengan.