No sólo ejerce dominio sobre las demás personas, el que es poseedor de abundantes cantidades de dinero.
Hay quien se cree dueño del mundo porque está relacionado con las autoridades de turno. Se piensa a veces que los lazos amicales sobran y bastan para marcar diferencia en este ámbito tan competitivo. Otros más incautos, piensan que por tener parientes cercanos en el poder, pueden hacer lo que le da la gana, o por que posee una carrera o especialidad, tienen predisposición para explotar a diestra y siniestra al ser amos y señores de los destinos de los pueblos. Se podría afirmar que hasta cierto punto, es posible, se pueda tener el cielo a los pies, pero solamente de manera circunstancial. Lo único que da poder eterno y no hay quien lo pueda suplantar, es el espíritu transformador, innovador y creador de las personas. Con el dinero se puede comprar conciencias, libertades y hasta se puede acallar a la voz más fervorosa que eleva su protesta por doquier. Por afinidad de sangre o amistad, se puede escalar los más altos peldaños del desarrollo humano, alcanzar las metas que para otros resultan imposibles, remontarse a las alturas donde nadie pudo llegar. Tener las riquezas en un tiempo record, por la que otros luchan hasta morir para lograr grandezas. Se puede llegar a las estrellas y mirar a la tierra desde otro ángulo y retornar con la aureola de triunfo, todo es posible mientras exista el poderoso con ambiciones subliminales y el obediente por sumisión, pero en realidad, todo es pasajero. Lo único que dura una eternidad, son las huellas futuristas y proféticas que a través del talento van dejando sobre la faz del mundo. Los conocimientos y singulares rutas de vida que se van generando por medio de la proyección de la sapiencia en pos de mayor bienestar para la humanidad. Es eterno, el que crea riquezas y con ella genera nuevos acaudalados por medio del trabajo. Nunca pasará al olvido si el que sabe, irradia su intelecto generando nuevos sabios. Será siempre recordado, si el que tiene bondad, trasmite esa magnificencia y se forjan nuevos hombres continuadores de la caridad. Ha nacido para no morir, si el que tiene ideales, acoge en su paisaje de sabiduría a los demás y juntos van creando caminos de ventura para el que más necesita. Será imborrable su legado cultural, si la persona desprendida de toda ambición, deja escuchar su lira por todo el firmamento infinito. Según esta reflexión, se deduce, que no hay motivo convincente, no hay razón valedera para hacer tanto escándalo cuando se realizan acciones que son potestad de realizarlas porque para eso nos pagan, no es ningún favor ni esfuerzo sobrehumano ejecutar una actividad que obligatoriamente debe estar al alcance por ser nuestra función. Aquí no hay nada de heroísmo, abnegación ni entrega. Es lo más normal de la tierra. En este sentido hay que saber catalogar un trabajo normal de lo que es una hazaña. Es que sobrevalorar los actos por encima de lo normal y por intereses creados, es el mal del siglo. Una vez que se lleva a la cima de la gloria a una persona que no lo merece y han logrado sus propósitos económicos, laborales y sociales; los adeptos olímpicamente lo dejan solo y si se cae de su altar porque le queda muy grande la investidura, ellos no lo conocen ni lo han visto. Así es la ingratitud e indiferencia que rodea a toda sociedad. Ahora si se piensa que hay mentira en mi apreciación, denle un vistazo a la historia y verán que está hecha de sucesos peores y que los ejemplo sobran, por lo que la revolución mental debe ser el inicio del nuevo Perú si se quiere ser un país con identidad nacional.