El PODER TRANSFORMADOR

En  el año que se va,  ha ocurrido de todo en este valle del Señor;  hay promesas incumplidas, mínimas acciones sobrevaloradas, máximas actividades minimizadas, proyectos irrealizables, obras fantasmas, en fin; alabar algo que marque diferencia, sería pecar de presunción.

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En   este enfoque de realizaciones hay que llamar  a las cosas por su nombre. Es que  hay quienes son hinchas de gritar con voz en cuello y elevar a las personas que tienen el poder, hasta las estrellas  y se derriten en halagos si se asfalta o se inaugura una jardinera, cuando es una obra que está entre las funciones  propias de los gobiernos que tienen que velar por el ornato de la ciudad. No digo que hay que ser fríos ante el desarrollo, sino que hay que actuar con sentido común y felicitar por la acción más no sobredimensionarlas sin sentido. Por ello hay que evitar  hacer un puente donde no hay río, un canal donde no hay agua,  un coliseo con las tribunas afuera. Es un gasto insulso que deja mucho que desear de la calidad profesional de quienes manejan  los hilos de la ciudad. Son gajes del oficio que muchos son tomados con hilaridad pero que ocurre porque entre el político, su profesionalización y visión de progreso, hay una enorme diferencia.  No es raro que la vocación política no sea de servir, sino con  fin  económico, de acomodo a toda su parentela, amigos de confianza  y la atención a las necesidades del pueblo queda relegado a segundo plano. Muchas veces se pelea hasta con las uñas para lograr un escaño solamente para satisfacer su ego y darse el gusto de ser padre de la patria por la simple deducción ¡Si el fue, porqué no puedo ser yo! Ocurre que todavía hay luchadores sociales o lideres integrales, como se les quiera  llamar, que se titulan en la universidad de la calle, haciendo  bulla en las plazas, marchas, tirando piedras, quemando llantas y después se quiere pasar a la historia y hasta se pide un monumento por su abnegada labor social. Se eternizan en el puesto y lo único que engrandecen son sus  arcas personales gracias a la credibilidad de sus coterráneos, a pesar que  ven en él un pan sin libertad.  Los tiempos han cambiado y ahora impera el dialogo alturado pero todavía hay quienes de vez en cuando sacan su viejo pasamontaña y se ponen a insultar, vejar, difamar, calumniar, con el fin de demostrar al pueblo que luchan por su integridad cuando solamente hacen laberinto para aparentar que están vigentes pero lo que verdaderamente quieren es protagonismo político con fines económicos personales. Líderes capaces de buscar el bienestar patrio sin esperar de lucro. No se quiere que trabajen gratis, sólo que ganen lo razonable como para que el pueblo no los odie por la tremenda caparazón que se manejan que una tortuga  de las Islas Galápagos queda chico al lado de ellos.  Lo que hay que hacer por el Perú, todos lo saben, tenemos los profesionales idóneos para emprender la gran aventura de ser un nuevo país, para ello hay   despolitizar la sociedad cuando no se converge hacia umbrales de bonanza total y que los partidos unifiquen sus esfuerzos de grandeza nacional. El único color que debe primar en todas nuestras regiones sea el sagrado rojo y blanco de nuestra bandera. Lo demás, que sea secundario. Nombres, apellidos, siglas, que existan porque hay derecho a la vida, pero que no sea determinante en el devenir patrio. Primero están los intereses nacionales y después o nunca  los de grupos. El paso  de ser una fuente de riquezas sin mañana a un país industrializado, capaz de codearse con los más pintados del planeta; no es un sueño, sólo depende que cada cual empiece a trabajar y a vivir  con visión de mundo y no centrado su atención en los beneficios que pueda tener en bien de su entono social. Si se levanta la mirada hacia horizontes ilimitados y se trazan  compromisos de triunfos, el futuro promisorio  no será una quimera, sino una realidad porque querer es poder.

 

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