UNA JUSTA REFLEXIÓN

Examinando de una manera global los sucesos humanos de ayer, lo bueno o regular de hoy y las promesas para el mañana; por todo lo que se ve, da la impresión que hay personas que muy fácil olvidan lo ocurrido, no  valoran en su verdadera dimensión las actuaciones de los verdaderos baluartes del acontecer diario, pero si le abre las puertas a todo un concierto de suposiciones que pintan un mundo de fantasía y quimeras.

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Esta reflexión no solamente tiene relación o se refiere exclusivamente al enorme despliegue propagandístico de los que aspiran tomar las riendas del país. Sucede en el acontecer diario y en toda latitud. Todo aquel que participa activamente en la vida pública de su ciudad, tiene una performance que en algunos casos es elogiable, más en otras nada agradable y hasta despreciables por la hiel que derraman a cada instante. Es que en este transcurrir  de la existencia pasajera, muchas veces priman los intereses personales o de cúpulas que apagan como un baldazo de agua fría, la poderosa euforia funcional de hombres honestos y probos  que anhelan un mundo mejor. Por supuesto,  hay quien coloca en el umbral que le corresponde a los seres humanos con imparcialidad y buen tino, pero una minoría muy considerable, se orientan según el provecho        que puede obtener. Pero ¿cuál es el ideal común que se debe tener? Que de manera global, encaminen sus fuerzas cognoscitivas hacia un mismo derrotero que signifique solidariamente una luz en la oscuridad de la existencia en quienes más padecen o menos tienen. Esto aparentemente es una utopía, pero es posible su realización. Si aquellos que caminan por las nubes, se despejan de su aureola de fantasías y empiezan a pisar tierra y confundirse con las emociones y las tristezas del pueblo que es el termómetro de la calidad humana, es posible tal milagro. El que se encierra en su status social y no baja al llano, no sabe del fuerte sol y como quema la tierra  por andar sin zapatos o el estertor que produce el frío cuando no hay con que abrigarse. En este sentido, toda actitud debe realizarse pleno de humanidad, sinceridad y entrega por las causas sociales pensando no en un sector, sino en la persona humana sin tener en cuenta color, credos mi razas.  Ese es el verdadero fin del hombre sobre la tierra. El delegar enseñanza, trasmitir bondades intelectuales, edificar nuevas rutas de ventura  donde todos puedan saborear sus mieles, Transformar la sociedad en base a la sapiencia impregnada de modernidad, debe ser el máximo anhelo de todos los que quieren dejar huellas en este mundo. Nadie ha venido para convertirse en enemigo de su propia sangre tan solo por vivir cómodamente. Por tener el don de la inteligencia, su radio de luminosidad va más allá de lo que normalmente visualiza una persona común y corriente. Debe luchar por despertar las ansias de vivir en una dimensión de paz y amor. Si el hombre no ve más allá de las cuatro paredes de su hogar, de su oficina,  o los límites de su región, es dueño de una mezquindad increíble, porque  nadie aprende para sí mismo sino con visión planetaria. Las necesidades no son de un solo ser. Nadie está libre de las presiones y altibajos que a veces nos somete la vida. Hay momentos que se ocupa el primer lugar del pódium de las oportunidades y en otras se puede quedar rezagado, no por incapacidad simplemente porque siempre hay uno mejor que otro. Entonces el límite no es el cielo ni mucho menos  actuar como si fuésemos el único poblador sobre la tierra, sino un soldado de la paz lleno de coraje y pundonor que trate de dar vida a la familia universal.

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