DEL SILENCIO A LA GLORIA

En la vida real,  vale tanto el estudio como las capacidades naturales que  acompañan a las personas desde su nacimiento.

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Hay evidencias de hombres que  legaron su maravillosa  creatividad para la posteridad, sin haber realizado largos y profundos estudios en las más prestigiosas Universidades del mundo. Una gran cantidad de representantes del ingenio humano, vinieron al mundo con esa cualidad  y a través de la observación y ese mágico sentido, lograron prístinos estadios de bonanza para la humanidad. Lo corroboran aquellos que estudian de todo, leen hasta demás, frecuentan círculos de intelectuales, llegan a lograr cierta fama pero que nunca rompen esquemas establecidos. Su trascendencia no va más allá de las cuatro paredes de su oficina o de su círculo de amigos o hasta tienen que rodearse de incondicionales para tomar algo de altura pero que nunca llegan a irradiar fuego como el sol. Es que el carisma y la entrega a las nobles causas de la sociedad en que se vive, no se aprenden en la institución educativa, se cultiva con métodos de realización personal y vocación de servicio. Ante esta realidad, es preciso tener en cuenta que vale mucho conocer para qué somos buenos. A qué hemos venido a este mundo. Con qué armas contamos para emprender la gran batalla por la existencia, Cuáles son nuestros defectos y virtudes que nos acompañan en el desarrollo de nuestra vida. Una vez hecho nuestro balance personal, hay que proceder a cimentar todo lo que nos falta para convertirnos en personas útiles a la sociedad. Adquirir facultades positivas y desechar todas las negativas en aras de una mayor visión de mundo y poder visualizar proyecciones de ventura en el horizonte de posibilidades. Arrojar de nuestro ser todo el peso de la escoria  que impide seguir el largo camino hacia la victoria. Una vez que el cuerpo ya está listo para emprender la gran cruzada de transformación mental, la ruta a seguir, es la adquisición de conocimientos de punta y su actualización permanente, para no terminar desfasados en el tiempo y el espacio. Una vez que se tiene sapiencia y deseos de proyección social, hay que tratar de crear más sabiduría en base a lo que ya hemos aprendido y aplicar todo nuestro saber en la solución de los problemas que aquejan a la mayoría de nuestro entono, ya que el servir sin esperar retribución alguna, o esperar un homenaje, debe ser la gran preocupación de todo ser humano. En este proceso de culturización especial y general, debe primar la humildad en todo momento y como es lógico, debe estar encaminado o siempre bendecido por el halo infinito de un ser superior. Como dice el dicho popular, pero que encierra una gran verdad “hay que estar bien con Dios y con el diablo para que no moleste” y salgan  las cosas salgan bien. De ahí para adelante, la ruta se torna más difícil, porque en este mundo la envidia es la que reina. No es nada raro,  el que nada hace, feliz vive, el que algo hace, críticas recibe y los desheredados del talento humano, merodean como epidemias para subirse al coche y a cambio de sumisión  recibir un soplo de vida. Por eso, el que  encauza sus días a través del conocimiento, es una loable actitud, pero qué hacemos  con aquellos que fácilmente le gustan vivir bajo la sombra del poderoso a cambio de su servilismo. Lo único que le queda aquellas personas, es motivar su autoestima y pensar que mañana no es el fin del mundo como para agarrarse de cualquier árbol para no morir aplastado por el peso de su ignominia. Existen múltiples necesidades, pero eso no quiere decir que se debe perder la dignidad, la moral. El hombre no está hecho para sucumbir libremente por el fango de la inmoralidad.  Se puede estar al borde del precipicio, pero nadie muere en la víspera sino en el día. Por eso ha llegado el momento de empezar de nuevo y pleno de valores, diseñar el mundo que queremos vivir, sin viejas lacras sociales heredadas de mentes infames y retrógradas,  con otros bríos, en aras de formar la hermandad universal que nos depare la realización humana a plenitud.

 

 

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