SIN VISIÓN EN LA EXISTENCIA

Para desempeñar una función en la vida, realmente hay que conocerla a profundidad.

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Si solamente se es un oportunista, los resultados dejan mucho que desear. Si la persona técnicamente, científicamente es muy capacitada y tiene calidad humana, lógicamente marcará la diferencia en la sociedad. Más si es un sabio sin humanidad y a sus deberes de servicio antepone un fiel obedecimiento al superior no es  más que  un títere colegiado. En este caso la experiencia junto  al carisma y la bondad del alma,  llega más al corazón del pueblo que un egresado de Harvard sin sentimientos  comunes Para que la persona goce del aprecio popular, debe poseer una amplia cultura general y particular, o sea saber un poco de todo lo existente y mucho de la función que desempeña. En la vida práctica no sucede así. Diariamente somos testigos que el afán de quedar bien con quien le da la vida echa por tierra todo intento de empatía. Una gran mayoría solamente piensa por sí  mismo y en el puesto pasajero que ocupa y son pocos los que se ponen en el caso de otro. Ahí no tienen peso los  valores humanos, personalidad, ni capacidad intelectual. Con tal de quedar bien con el  que está “arriba” el resto que se lo lleve el viento. Viven en un mundo aparte donde él y sus jefes son lo máximo y la colectividad no existe cuando en realidad, si son lo que son, se lo deben a la ciudadanía que merece más respeto y que no tienen por qué soportar desatinos personales de un pequeño grupo que ya no sabe qué hacer para demostrar una aptitud elogiable en vista de sus escasas cualidades personales. Deben saber aquellos que creen que representar a una institución, es decir ¡sí! a todo lo que dice el superior y no se aportan ideas innovadoras; que la imagen de un ente se construye día a día con el ejemplo, demostrando integridad moral y consecuencia con la causa de las grandes mayorías y más que nada con creatividad, ingenio y jerarquizando las cualidades de los demás, no tratando de meter en un mismo saco a todos desconociendo los principios y aptitudes que lucen las personas representativas de una ciudad. No imponiendo criterios errados productos de la costumbre de la sumisión ciega y no demostrar identidad total con las manifestaciones espirituales que solamente tienen y conocen los de iluminado talento. Esto ocurre en toda latitud y actividades. Llevando esta  profunda  reflexión al campo artístico, ¿qué se puede esperar de una persona que no es, no conoce y nunca hizo nada por el arte popular? Dicho en otras palabras ¿Qué se puede esperar de los que solamente son consumistas en un mundo moderno en que la inspiración es la clave para las más grandes realizaciones?

El día en que la solidaridad ocupe el más alto sitial en las aspiraciones humanas y las personas se eduquen para servir sin esperar recompensas. Cuando a los dotes técnicos estén muy por debajo de la ética. Cuando le den a los verdaderos baluartes que escriben la historia de la patria,   la altura que les corresponde sin envidias ni egoísmos; ése día, recién podremos decir que estamos  aprendiendo a vivir. Ojala que ese momento no llegue tarde porque de la vida a la muerte hay solamente un paso.

 

 

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