Al conmemorarse el 476 aniversario de la ciudad de Moquegua, consideramos que es el momento preciso hacer una profunda reflexión acerca de nuestra realidad que sin lugar a dudas es la del Perú entero y lo que nos ocurre no es ninguna novedad.
Dando una visión panorámica, los años trascurren vertiginosamente, sabemos que dentro de nuestra heredad existen una serie de problemas que hay que solucionarlo de inmediato para vislumbrar el bienestar general y mejor calidad de vida. Se tiene Canon Minero y otras regalías más; pero los cambios realizados no son de tanta envergadura como para decir que se ha anulado para siempre la desocupación y los índices de pobreza extrema. Cada vez los problemas son mayores, las críticas crecen y el descontento no tiene cuando acabar. Tenemos profesionales calificados como para que cada uno aporte a la solución de la crisis según sus conocimientos. Más el crecimiento y desarrollo es lento. Lo único que se nota es la superpoblación de las oficinas en ciertos sectores. Más a diario se escuchan las opiniones airadas de las eminencias del saber reclamando orden justicia, acción porque el avance sostenido no tiene cuando empezar. De una manera muy personal considero pensando ya a nivel nacional y sin echar la culpa a nadie que la manera de evitar este estancamiento; por el momento y en la forma que se vive y se gobierna desde arriba, no hay mucho que hacer porque en noviembre no hay milagros. Más bien hay que pensar a conciencia en el futuro próximo y dar solamente el voto a la agrupación política que cuenta con gente que quiere trabajar por la región, tiene convicción, vocación de servicio, desprendimiento y amor a la tierra que los cobija. Desterrar para siempre la idea que dedicarse a la política es la mejor inversión porque da más dividendos que cualquier negocio. Ubicar al personal de acuerdo a su especialidad y no por apoyo político donde mandan los que conforman las cofradías totalmente cerradas y sólo tienen acceso los serviles de turno. Valorar la intelectualidad de acuerdo a su productividad y no por medallas o pergaminos porque hay muchas formas oscuras de obtenerlo pero que afán de trabajo y capacidad; no lo tienen, sino más bien su ambición y tremendo rabo de paja que se le nota de lejos. Es el momento de no endiosar a las personas cuando no la merecen. De la noche a la mañana se le llena de atributos por amistad o por intereses creados y es tanta la ingenuidad que resultan elegidos sin saber leer ni escribir. Ya no más los famosos líderes de ocasión que cada período se cambian de camiseta. O los adalides de ayer, en la actualidad totalmente desfasados, que protestan de todo pero cuando tuvieron el poder en sus manos no hicieron gran cosa. No permitir los egoísmos recalcitrantes de aquellos comodines y serviles que sin haberle ganado a nadie intentan imponer sus erróneas condiciones aduciendo la protección que pueden dar a sus semejantes. Conocer a las personas que solo piensan en dinero simulando un acendrado regionalismo pero que no lo sienten ni en sueños. Diferenciar a los hombres de buena voluntad pero demostrada en todo el sentido de la palabra; de los oportunistas que quieren acaparar todo los puestos habidos y por haber conjuntamente con sus familiares y amigos pero que en ninguno muestran labor positiva. No se explica porque tanta ambicia a los bienes materiales que se llega hasta la corrupción. Es que logran acaparar tanto dinero que en verdad la vida no les va alcanzar para disfrutar de todo lo que tienen. Además nunca se ha visto detrás de un féretro un camión conteniendo todas sus riquezas terrenales. Al descanso eterno se viaja solo y lo único que queda son las obras buenas que se hizo; lo demás es sueño vano que algún día se acaba y no vuelve más. La esperanza de recuperar del tiempo perdido aún subsiste si es que hay una revolución mental, conductual y social, apoyados por las autoridades, padres de familia y las IE.; y se pone todas las cosas en su lugar. Es que no son todos los que están, ni están todos los que son. Más de no ser así es fácil visualizar el mañana que se nos avecina. El rico será más rico y el pobre más pobre, al ser adversarios y cruentos enemigos de nosotros mismos por el excesivo y obsesivo amor a la riqueza que no permite una auténtica vivencia humana donde el compartir y el total desprendimiento sean las normas por la cual se rija nuestra sociedad peruana.