Solamente el que tiene perfecto conocimiento de alguna materia en toda su dimensión y la practica con éxito visible y atestiguan los frutos a la vista, está capacitado para enseñar.
En este caso los eternamente teóricos, repetidores de ideas ajenas a nuestra realidad, simuladores de ideales pero que solamente son oportunistas o falsos líderes; no encuentran un espacio aparente en esta ofrenda cognoscitiva, a una comunidad anhelante del saber actualizado. Es que al legar sapiencia, no vale el amiguismo, la familiaridad, el partidarismo político, sino especialmente la amplitud de su fuente de sapiencia, que le permite estar en condiciones de irradiar las buenas nuevas con calidad, a su entorno. También es preciso indicar que es muy necesario tener vocación plena de lo que se quiere irradiar porque si logra un título para enseñar, aquel que no pudo ingresar a la carrera de su preferencia, o porque sus padres querían que sea de la profesión de su agrado y de esa manera se hizo educador; estamos frente a un profesional con una gran porcentaje de posibilidades de fracaso y por mucho que se esmere, es muy posible que no logre la excelencia educativa porque solamente hará las cosas por cumplir. De ahí que se originan tantos formadores de la casualidad, que simplemente acuden al centro de trabajo por el sueldo que van a ganar y si no es de su conveniencia, se la pasan renegando toda su existencia de lo poco que perciben y se convierten en los eternos disconformes de su suerte, según ellos. Para que el educador delegue su sabiduría con amor, es necesario que ame a su labor y hay que tener en cuenta que tan sólo se ama lo que se conoce. Para que el alumno vea en el maestro un camino a seguir, él tiene que ser un ejemplo y cultor de lo que está enseñando. Sino los educandos, a quiénes van a imitar si el guía, todo lo que trasmite es lo que aprendió en su época de estudiante o lo que ha leído en Internet, más como no hay nada de su creación, resulta repetitivo su enseñanza y el alumno le pierde confianza y credibilidad a su educador. Dicho en otras palabras, si no es un creador de su propio mensaje intelectual, sino diseña su propia hoja de ruta, será uno más de aquellos que trabajan por treinta años y luego se retiran sin pena ni gloria y nadie los recuerda, pero aún así, hay algunos más avezados que hasta pelean por seguir enseñando hasta que Dios quiera. Más no faltan aquellos que se creen eminencias amparado en el aplauso de un sector que goza de su sombra, pero que en el fondo no son nada del otro mundo, sino ejemplares que tienen un ego más desarrollado que su propia insensatez. Motivar la avidez por la sabiduría y visualizar un derrotero a la juventud, es tarea de verdaderos profetas del mundo cambiante. De aquellos que se adelantan a su época por que tienen el don de vaticinar el devenir del tiempo, por la profundidad de sus ideologías al ser baluartes de una entrega social con alma vida y corazón, a la noble labor de formar a las juventudes en pos de una mañana mejor, pleno de prominencias y seguro porvenir, iniciando una verdadera revolución en la mente del estudiantado. Ellos son los leales maestros de esencia innovadora y dueños de un innatismo sin límites, que aman la acción de impartir educación y que ante las vicisitudes, diferencias, ensañamiento, discriminación entre el mismo gremio y del negativismo externo; levantan bien alto la bandera de la libertad y se convierten en genuinos hitos de la transmisión de pensamientos y sentimientos a todo un segmento juvenil que ansía nuevos paradigmas, transformación de la sociedad y tener un horizonte donde puedan volcar sus aptitudes y ser el nuevo hombre que toda patria necesita para lograr un bienestar que le permita la prosperidad y la felicidad pero con visión universal.