No siempre una larga vida, coronada de méritos, significa máxima experiencia como para eternizarse en un puesto de trabajo y además creerse irremplazable al tener la vana ilusión de creerse muy eficiente.
Si como él, así de oportunista, abundan al mejor postor en el mercado de la casualidad. Si la persona desde épocas juveniles no fue el autor de su propio derrotero ni labró con esfuerzo su horizonte de realizaciones. No creó en su ser esa línea investigativa para descubrir más de lo ya aprendido y forjar su propio conocimiento, ni por lo mucho que haya estudiado; nunca marcará diferencia en tiempos de ancianidad ni será eco de eficiencia por los años en la que se desempeñó en su labor cotidiana. La calidad innata o profesional no es producto del azahar; sino del desarrollo de habilidades, cimentación de estrategias modernas para un mejor resultado en las acciones que se tome en aras del progreso colectivo partiendo de la aplicación de lo aprendido en buena lid. De la investigación a conciencia en aras de bienestar. Más la realidad es conmovedora. Todos pueden tener una medalla de oro de graduación pero muy pocos tienen el don de la creatividad puesto que si no nace con uno, hay que generarla con tesón y fuerza de voluntad; en pos de la libertad económica de las grandes mayorías. Más de esa mentalidad sin límites son muy pocos los abanderados porque el desprendimiento y la entrega a las nobles causas populares no la otorga la Universidad. Eso se adhiere a las fibras más íntimas del ser, cuando se entra en contacto con la misma fuente donde se origina la necesidad, el dolor, la angustia, la discriminación de parte del poder. Como es muy sabido, es fácil acomodarse a la sombra del que sabe de verdad y convivir ufanamente cual si fuera un dotado de sapiencia. En este caso el que se escuda en un título universitario o técnico para connotarse como toda una eminencia de ideales casi sobrenaturales, es totalmente falso. No todos son el fiel reflejo de un real aprendizaje. Hay tantos que solamente son una burda y mala imitación de los que si son dotados de sabiduría. En realidad las capacidades lo dicen las obras imperecederas en el tiempo y el espacio que se hace y no lo que reza en el papel o los lauros de gloria sobrevalorada que se trasmite oralmente. En este sentido, aquellos que creen que sólo basta tener un título para afirmar que la persona es eficiente en cualquier puesto que desempeñe, es totalmente falso. Hay célebres personas de altas gradaciones que a la hora de la verdad no dan fuego según los carteles que venía precedido. Es que no faltan quienes por un golpe de suerte consiguieron la corona pero ese galardón no garantiza efectividad en las tareas por emprender. Es sólo una muy buena fachada que oculta una incapacidad más grande que su inconciencia. Ahora si una persona de esas características, por razones increíbles, tiene la potestad de enseñar y de formar nuevos profesionales. Es fácil de imaginar los tenebrosos resultados para la sociedad y el desarrollo de los pueblos. Esta es una de las causas por la que las instituciones, a pesar que tienen en su interior luminarias del saber, no cumplen el objetivo para las que fueron creadas. Es que la efectividad del ser depende de la formación que recibió y de las ansias de transformación del que aspira convertirse en un adalid del gran cambio de la nación en base a sus innovadores sistemas de desarrollo social, político y económico. La consumación de esta meta no admite a los felones, indiferentes, ingratos, advenedizos, serviles, comodines, negociadores del silencio adrede, la formación de núcleos inexpugnables, amor desmedido a la riqueza porque simbolizan el fracaso en todo acto de realización humana.