Los dos levantamientos en que participó el pueblo moqueguano en defensa de un justo reparto del Canon Minero, pasarán a la historia; porque se ha demostrado que cuando la injusticia hiere a las fibras más sensibles del ser, saca fuerzas de flaqueza, reclama con toda razón y si no le hacen justicia; sin importarle su vida llega al choque con las fuerzas del orden, aún en desventaja, pero al final se impone porque posee en sus entrañas, el heroísmo, el patriotismo y pundonor de una raza que no le teme a nada cuando le quitan lo que por ley le corresponde.
Esta intervención en la que lució entereza y valentía, me trae a la memoria, las gestas de insignes compatriotas que en lucha desigual defendieron la heredad nacional y dieron sus mejores años por la patria, como el aguerrido Teniente Vitaliano Becerra Herrera, el venerable Coronel Abogado Manuel C. de la Torre y Barbachán, el insigne Mariscal Domingo Nieto y Márquez y muchos otros adalides que no le importó su existencia y en nefasta batalla, vendieron cara su derrota y llevaron a la cúspide de la excelencia el amor al espacio que los vio nacer. Por este noble antecedente, en la que Moquegua es cuna de seres de convicción, desde tiempos inmemorables; todos aquellos que arriesgaron su integridad física con el fin de hacer valer sus derechos que por norma les pertenece, son auténticos herederos de la espiritualidad de aquellos baluartes de la libertad, que en un tiempo atrás, hicieron lo mismo, ante el yugo de la opresión que intentaba encadenar sus ansias de realización personal. Por eso esta crónica, trata de hacer notar, que el tiempo pretérito, no fue distinto al actual. Siempre hubo personas que por desconocimiento de causa, excesivo partidarismo y maldad en sus extrañas; trataron de avasallar injustamente al poblador moqueguano, que siempre fue un habitante que irradió peruanidad y muy consciente de su rol como ser social. Por eso entre el ayer y el presente, hay un nexo indisoluble que se proyecta con los colores propios de una identidad sin límites, en la cual se dan la mano profundamente generaciones distintas, pero con los mismos ideales de soberanía plena, para delegar a los que vienen después, un terruño con horizontes de prosperidad. Es que se ha sacado a flote el honor, como emblema de triunfo en pos de un mejor mañana, por sobre las bombas lacrimógenas, los perdigones, las balas, que trataban de acallar su voz que sólo reclamaba equidad, igualdad y respeto por ser pilares del desarrollo de la nación. Este enfrentamiento social y con los actos de corrupción acontecido en las principales esferas estatales y en la misma ciudadanía, deja en claro un real desgobierno. Además, el tan pregonado despegue económico, suena a broma de mal gusto por que los desocupados no disminuyen. Lo que si se ve, es a un ejército de convenidos que negocian sus más sagrados preceptos, para vivir a la sombra del que los protege; mientras que el profesional de calidad, hombre de experiencia, personas creativas, deambulan diariamente en pos de una ocupación. Más si se arriesga hasta la vida por defender un Canon Minero, que sea para que trabaje el que se lo merece, se prioricen las obras y que generen labores permanentes, Se acabe para siempre los apoyos porque “ayudaron en campaña” y se vuelvan útiles y no sigan vegetando los comodines que se han enquistado en la soledad de sus puestos y las eminencias desfasadas; que si continúan así, tan solo son una carga para la sociedad, junto con los que se vuelven gobernantes a última hora y que temen a la indetenible modernidad. Que deje una enseñanza lo ocurrido en la tierra del sol cautivo y que sirva de reflexión general. Que más prime el afecto al ámbito que nos cobija, que la ambición al dinero mal venido, pues el hombre no ha venido al mundo solamente para ser rico, sino para ser innovador y servir sin esperar recompensa.