Tomar decisiones como parte de una empresa no es tan complicado en vista que todo obedece a un protocolo pre establecido y cada vez que se quiere hacer cambios que tengan que ver con el rumbo de la institución,  su aplicación depende de los acuerdos que tome el directorio.

En esta reflexión me voy a referir  específicamente  al rumbo que le damos a nuestra vida y de los que conforman nuestro entorno. En muchos caso prima el interés personal, ideologías políticas o simplemente porque la persona quiere que las cosas sean así obedeciendo a  su egolatría. Cada cual quiere que  todo suceda como uno desea porque considera que su parecer es más que una ley divina y de alguna manera obliga a los demás que hagan lo que piensa. En muchas oportunidades lo hace haciendo honor al poder que ostenta o porque de él depende el porvenir de los que conforman su grupo humano. Entonces todos obedecen porque si no se quedan sin piso. Esta forma de imponer las  cosas no es liderazgo de ninguna manera, simplemente es una imposición adrede cuyos resultados son fáciles de imaginar porque todo lo que se hace a  la fuerza o de mala gana, termina mal. Hay otros momentos que tenemos que decidir acerca de nosotros mismos. Aprendemos un oficio, estudiamos una profesión en aras de nuevos nortes pero generalmente la juventud se deja llevar por los efluvios del amor y actúa como si el mundo se fuera a acabar mañana y rompe el ciclo vital de la existencia humana y tenemos un matrimonio adelantado o una paternidad a la vista sin el mínimo de responsabilidad posible. Hoy en día constantemente se dice la  forma que se tiene que actuar en estos casos, tanto los padres y maestros participan directamente en esa tarea. Pero como si no supieran nada, los jóvenes adelantan los hechos y se olvidan que su principal meta es su profesionalización o ser algo en la vida. Lo peor es que eligen a quien menos seguridad le ofrece, simplemente amor y mucho amor, pero todos sabemos que solamente de afecto no se vive. De abrazos besos y sexo no está hecha la existencia humana. Las ideas nuevas, proyectos innovadores, comunicación afectiva es lo que debe primar  antes que sueños e ilusiones. Lo que se quiere es que la pareja trace  su mañana pero pisando tierra, sin espejismos, sin quimeras y que ambos encaren la vida románticamente pero directamente hacia objetivos comunes, plenos de solidaridad, ansias de superación, dicho en otras palabras que no solamente sean promesas sino compromisos de realización a corto plazo amparados en sus cualidades adquiridas a través del conocimiento. Solo así habrá felicidad, de otra manera; es un inicio pleno de dicha pero que terminará entre llantos y lágrimas porque no tiene base sólida para construir el castillo del amor. En este sentido todo joven, debe vivir su idilio a plenitud pero sin pecar de un materialismo frío, mirar el mañana con optimismo, pero muy seguro de sus sentimientos y que la persona que ha elegido para compañero de su vida sea el fruto de su reflexión y no de una noche de placer. Si ha decidido compartir su vida con el ser que más quiere, debe ser luego de haber analizado los pro y los contra que le pueda ocurrir en esa unión. De ser así, estaremos asistiendo  a la formación de una nueva célula familiar totalmente feliz porque solamente con amor verdadero y paz espiritual se podrá lograr los umbrales de la excelencia y que debe ser la meta de todos los peruanos.