En este mundo muchas veces las conductas humanas son incomprensibles.
No es nada raro encontrar en las oficinas, en los mercados, en las agencias, en los bancos, en las calles de siempre a personas malhumoradas que apenas contestan el saludo o no lo hacen y otras no te conocen a pesar de ser grandes amigos. Te miran como animal raro, de otro planeta o como si le debieras una considerable suma de dinero. Lo que ocurre es que los problemas personales e íntimos los exteriorizan con los que nada tienen que ver con sus padecimientos o quebrantos. No es nada correcto en una persona que quiere tener éxito o ya lo tiene, llevar los problemas domésticos al centro de trabajo, al salón de clases, mostrarse así ante el ser querido, a los amigos en una fiesta. Resulta horrible y denota una falta de autodominio personal. No hay ninguna ocupación terrenal por muy urgente que sea que no te permita sonreír a los demás. Aquí no hay espacio para aquellos que dicen fingiendo una sonrisa “Habla rápido que estoy apurado”
“regresa mañana para atenderte” “Hoy día no, estoy muy ocupado”. En esa respuesta hay falsedad porque el que es humanamente capacitado, sabe distribuir su tiempo, además no creo que con dos minutos que se le quite a su tiempo vaya a fracasar en su trabajo. Son disculpas tontas que desnudan mediocridad. Es que los títulos y medallas no significan que sea una eminencia en todo. Muchas veces el brillo de una banda oculta al ser más vil de la tierra y de eso hay ejemplos por todos lados. Por eso hay personas que son repudiadas por el pueblo y en casos extremos las cárceles peruanas y del mundo son fieles testigos de lo que afirmo en esta reflexión, mientras que hay otros que caminan libremente por las avenidas sabe Dios con que libertad pero no pueden huir ni estar libre del peso de su conciencia que lo acusa diariamente Todo tiene solución menos la muerte. Además hay que tener muy en cuenta que la razón de nuestro comportamiento alguien tiene la culpa y no vaya a ser que resulte uno mismo el causante de todo lo que se viene sufriendo. Por eso es preciso analizar que los problemas se originan solamente por una mala decisión, elección, descoordinación en las acciones, por desconocimiento, por un momento de debilidad, por incomprensión, por terquedad, por egolatría, por falta de cordura, por carencia de humildad. Los motivos son innumerables. Más lo primero que tiene que hacer la persona, en lugar de mostrar mala cara, desatención, muestras de incomodidad a todo el que se cruza en su camino; es buscar primeramente la raíz de su padecimiento con toda la imparcialidad del caso y según los resultados hay que saber perder o ganar. Hay que ser sincero consigo mismo. Si uno mismo es el culpable, lo único que tiene que hacer es volver a empezar y no volverlo a cometer y si no, dialogar con el verdadero artífice de la inconducta y eliminar la causa del mal momento y continuar con paso triunfante que la vida no acaba hoy día ni mañana sino cuando Dios quiera. Hay que ser como dice la canción del astro argentino Leonardo Fabio “Mi tristeza es mía y nada más” Un gesto vale por mil palabras, entonces hay que saber dominar sus impulsos y descargar toda su incomodidad con quien se lo merece y no con quien nada tiene que hacer con su indisposición temporal. Porque no hay mal que dure mil años ni cuerpo que lo resista.
Para que andar caliente con todo el mundo si la solución reside en nosotros mismos o en quien dio motivo al cambio de carácter. Por eso es mejor lucir diariamente un rostro alegre, caminar pleno de positivismo, irradiando dicha y felicidad por doquier, con esperanzas en un futuro mejor, augurando espacios de triunfos, visualizando paisajes de ventura y nunca debemos olvidar que siempre nos ocurre lo que pensamos. Si anhelas felicidad, trata de llegar ello eliminando errores y renaciendo en virtudes desde que DIOS amanece,