No todo es soledad en la vida de las personas, siempre hay un eco humano que brota de un corazón y hace compañía haciendo amena la existencia.
Por eso es que hay personas que no se preocupan si están solos o acompañados en ciertas etapas del vivir cotidiano. En cualquier momento un latido ajeno interrumpe el silencio de los días opacos y la vida empieza a sonreír con el calor de otros tiempos. Lo que si es que hay que permanecer siempre espiritualizados, por ser el mejor estado del ser humano para que pueda dibujar un mundo de esperanzas en cada palpitar pensante. Está al alcance de todos, sentirse rodeados de una sincera amistad, a pesar que no se vende afecto, solo se da con el lenguaje del alma y a quien verdaderamente lo necesita. En esta acción de estar rodeado de dicha no tiene nada que ver el dinero. Se puede comprar una compañera para un rato, pero no para toda la vida porque el amor es libre como el viento y no puede estar parametrazo por la violencia. El poder permite dominar situaciones económicas pero no puede tener a sus pies a una entraña anhelante de satisfacciones. La belleza exterior también ejerce singular atracción pero hay que tener muy bien presente, que es pasajera, con los años esa faceta hermosa se marchita por el azote del tiempo. Inclusive la vida también no está libre del ocaso y se pasa a otra dimensión donde ni el oro tiene valor. Entonces todo es pasajero por eso de la pareja, el disfrute tiene que ser placentero en todo momento y no dar cabida para dolor y la tristeza. Siendo tan corto el paseo terrenal, para qué desperdiciar el tiempo en sufrimientos. No tiene razón de ser. Aquellos que se dejan llevar por la fastuosidad de la ambición y la codicia, realmente no saben vivir. Los que son presa fácil de la avaricia, están mancillando su propia hoja de ruta. Si la verdadera razón de estar en este mundo, es el desprendimiento, la entrega, la dignidad moral. No se concibe una vida lejos de ella; entonces no sería vida. Sería ir muriendo a pausas. Más ocurre lo contrario. Estar sobre la faz de la tierra es una continua competencia donde gana el más fuerte y el más débil sufre el acoso de todos los que tienen pero aún quieren más, porque su insatisfacción no tiene nombre. Como se dice – quien más tiene, más quiere – Pero que se la a hacer si los pasos terrenales son así. Por eso el verdadero valor del hombre no esta en la cantidad de millones que tiene, sino en la empatía, sinergia y proactividad, autoestima, que pueda brindar en el momento preciso a sus semejantes. Nadie puede ser tan frío como para no albergar una sonrisa en el alma, ni tan duro como para no poder apreciar los atributos personales de los demás. Todos tenemos rasgos conductuales parecidos. La única diferencia entre una y otra persona está en el deseo de hacer las cosas bien para beneficio de toda una colectividad que va tras una esperanza a través de la sonrisa plena de amor. Los años no pasan por gusto y no dejan huellas en vano, pero al menos, por respeto al derecho de haber vivido en este planeta, se debe hacer el bien con energía interior. Todos tienen derecho a cristalizar sus ideales de alguna u otra forma. Por lo tanto es mejor mirar al entorno con una sonrisa franca en los labios que con un rastro duro y desencajado, cuando la vida es corta y las opiniones nunca tendrán fin porque el hombre tiene una diversidad de matices que lo hacen rey y soberano de sus propias decisiones en bien o en contra de la humanidad.