El mundo es una danza continua de ambiciones desmedidas, de querer lo imposible y de envidiar al que más tiene.
Esto ocurre en todos los segmentos de la sociedad e inclusive en países vecinos y en las urbes cosmopolitas. El que menos quiere tener más por medios normales o vedados para la conducta humana. Lo único que importa es tener más y más por encima de quien sea. En este carrosuel de oportunidades, el hombre deambula de un lado para otro, bien siguiendo la corriente a las grandes mayorías o marcando diferencia con un pensamiento claro y preciso en la búsqueda de nuevas alternativas para tener una existencia feliz. En este ir y venir de indecisiones y de precisas actitudes, toda la población es un actor más de esta terrible comedia en la cual la riqueza económica es la parte principal del drama humano de todo los días. La salud, las relaciones sociales, el conocimiento, la amistad, pasa a segundo plano si se trata de vivir bien. Cada cual anda por su lado y le interesa en lo más mínimo de lo que ocurre en la ciudad. Las instituciones del Estado de todo tipo, cada cual según su objetivo, bregan a duras penas contra los bajos presupuestos y el desocupado sigue buscando un puesto de trabajo con el documento más convincente: haber apoyado en tal o cual campaña. El que no lo hizo, recibe la reprimenda del año. “si no has apoyado en nada ¿Cómo quieres trabajo? Eso vale más que un título colegiado, puesto que se acomoda como piedra en pozo porque poco interesa el rendimiento laboral. Lo que tiene más valor es la ayuda brindada en épocas electorales. Por esta tremenda desazón, hay jóvenes que ya no quieren estudiar porque están ocupando grandes puestos los que siempre crecieron a la sombra de papá y hoy por esas cosas del destino son baluartes del desarrollo de la patria según ellos, por supuesto. Lo que dejo entrever, no es ningún invento. Se ve a lo largo y ancho de nuestra patria. Mientras que el verdadero profesional que si ha estudiado, esta haciendo taxi, metido en algún negocio o simplemente es un desocupado más con titulo bajo el brazo. En este país perder la vergüenza y vivir como si nada hubiera pasado es una forma de vivir feliz. Cometer errores y disculparse o culpar a otros y hacerse el desentendido, es la forma más práctica de hacer dinero. Vender el silencio y libertades personales es el negocio más rentable. Existir haciendo alarde de cristalina conciencia pero escondiendo el tremendo rabo de paja, es la forma más rápida de reinar cómodamente en este corto paseo terrenal. Es que una gran mayoría vive como si el mundo se va acabar mañana y nadie se va a enterar de sus incongruencias por ser omnipotente y muy vivo que nadie sabe lo que hace. Así en medio de este enjambre de dimes y diretes, las venerables Iglesias motivan la existencia con el mensaje de un ser superior. En nuestro entorno la Universidad José Carlos Mariátegui, imparte ciencia, arte, cultura y tecnología en pos de un mundo mejor; mientras el mar humano se revuelve sobre la cresta de las olas buscando el pan de cada día, o ahorrando los jugosos sueldos que se ganan por ser favorecidos por la providencia, el que nunca fue bueno para nada, no sabe que hacer con el dinero que gana, por que le ha caído del cielo. Así están las cosas. Lo real es que se avanza lento en medio de una serie de peripecias y no se vislumbra un futuro promisorio a corto plazo. Es que las promesas electoreras caen en el devenir diario, como si fueran balas de fogueo en el la dura piel de un elefante, donde el habitante es un héroe sin ir al frente de combate porque hace malabares para subsistir a duras penas a excepción de los que nacieron con buena estrella.