No siempre el rigor en las acciones, delegan calidad.
Por esta razón, ni la fuerza en la dirección, infundiendo temor a su entorno, ni el aparentemente laborioso que acapara las jornadas con interés desmedido, son las mejores armas para lograr el éxito empresarial. Por eso es que las caras impasibles, serias, tratando de imponer respeto para que haya más producción, son gestos que pertenecen al pasado. Nadie puede producir más si alguien lo vigila con un látigo en la mano. Ni la amenaza ruin del todo poderoso, puede logar que el hombre se vuelva una máquina y pueda romper su record de realizaciones laborales. Son formas arcaicas que ya no tienen espacio en las técnicas modernas de trabajo y que injustamente las aplica, es una clara muestra de la escasa modernización de sus facultades mentales. De igual manera, el trabajo por encima de las horas normales, no significan más producción. Por una parte, el hombre necesita libertad para crear y definir derroteros en bien de una empresa o institución. Si bien es cierto, hay que respetar los protocolos, pero no pueden ser estáticos, por lo tanto deben irse modernizando de acuerdos a las exigencias del tiempo que nunca espera indecisiones humanas. Por otro lado, si una persona trabaja más de la cuenta, muchas veces no es afectividad al trabajo. Puede ser que por no priorizar sus actividades, dedicarse a asuntos personales, ser solucionador de problemas por celular o Internet, creer que él solamente puede hacer determinada labor, por no compartir lo que aparentemente es un secreto, no delega responsabilidades a los subalternos. Por todo esto y mucho más, no le alcanza el tiempo; por lo tanto, desorden no es amar al trabajo. Hay otros que se exceden de horas de labor, solo por robarse la voluntad del superior pero para conseguir dividendos que muchas veces son de oscura procedencia. También se hace para demostrar que los demás son incapaces ante su casi perfecta eficiencia. Pero en realidad, los que actúan de esta manera, son simples apariencias que por fuera denotan grandeza pero por dentro hay un oscuro paso que transcurre entre la negligencia e incapacidad que ni siquiera las medallas o grados obtenidos, afianzan la credibilidad sobre los objetivos que se propone para la colectividad. Lo real es que la persona que es capaz, dentro de sus ocho horas de trabajo, debe ser el tiempo suficiente para que realice todas sus labora e inclusive que le queden minutos libres como para el descanso o relajamiento. Cada cual sabe lo que tiene que hacer y la misma rutina le da ligereza en sus acciones y como casi todo es rutinario, conforme pasan los días, se consigue más experiencia y se hacen más rápidos las cosas y con mayo calidad. Más lo más importante es meditar en la labor que se hace. ¿Hasta que punto son eficientes? ¿Se pueden realizar en menos tiempo? ¿Se puede mejorar el desempeño personal de tal manera que se sea más funcional? Todo trabajador no debe vegetar en su puesto de trabajo y acostumbrarse a desempeñarlo mecánicamente por treinta años ininterrumpidos. Obedecer ciegamente a las órdenes superiores y sumisamente seguir adelante hasta que el cuerpo aguante. Siempre hay algo que transformar porque nada puede ser estático. Hay que subirse a la estrella de la modernidad y marchar juntos, pero para ello es necesario adaptarse a la realidad pero por medio del estudio y ser diariamente un innovador de las tareas diarias. Solo así se podrá decir que se ha cumplido como trabajador, de lo contrario, lo único que se ha hecho es vegetar toda la vida.