Hay tanta diversidad de pensamientos en el orbe circundante, una infinidad de opiniones, criterios personales.

Muchas veces sesgados a propósito mientras que otros representan a la cristalina verdad. En los momentos actuales lo que el pueblo no quiere es que nuestros políticos se comporten como si el Perú fuera de ellos, como si tuvieran  toda la autonomía para hacer lo que mejor les parece olvidándose que representan a gran parte de la población.  Ya nadie quiere ser testigo de  alardes de prepotencia, de aquellos que se creen que son los dueños de fórmulas ganadoras, muy autosuficientes. Si  son  tan  inteligentes y buenos padres de la patria ¿Cómo es que hay gente con más de 20 años en el poder y hasta la fecha no ha dado un norte productivo que deje huellas para el mañana. Todo ha sido pura demagogia, palabras bonitas buscando  el aplauso de los que viven de las dadivas del poderoso. Todo no ha pasado de una vendaval incontenible de promesas, una avalancha de ofrecimientos que nunca se cumplieron, augurios eternos de felicidad, soluciones inmediatas a la problemática nacional, transformaciones para mejor calidad de vida, hasta medidas revolucionarias, pero que no levantaron polvareda por ninguna parte porque la cosa sigue igual y hasta se diría que peor. Eso es lo que no se quiere que nuevamente vengan a pintarse de santos cuando el olor infierno se les siente de lejos. Lo que se anhela es que aunque sea por última vez, el día que se retiren de sus escaños, lo hagan por la puerta grande y poder escuchar que tal o cual señor si cumplió y merece recordarlo. Porque ya se ha hecho una costumbre popular que la gente entra con bombos y platillos en un ambiente de fiesta singular y sale más criticado que ya nadie quiere verlos otra vez por esos lares. Pero hay quienes no tienen sangre en la cara y como si nada hubiera pasado y  tal vez hubieran sido protagonistas de  una gran hazaña, quieren seguir en su escaño luciendo una terquedad que estoy seguro que no se lo perdona ni su familia. Así como avanzamos. Inclusive en estas épocas, como salen de la noche a la mañana los promotores de la farsa a querer oscurecer la luz del día. Algunos de manera increíble o por intereses creados, se están acostumbrando a apoyar al que  engaña y a dejar de lado al que verdaderamente quiere trabajar por nosotros. No puede haber una lucha entre el que quiere a la fuerza hacer pasar la mentira por verdad y el que todo centrado sabe lo que más le conviene. Los vendedores de patria deberían callarse la boca y dejar su fanatismo para otro momento porque el destino venturo del Perú requiere de verdaderas estrategias de cambio y no de falsas ideas de solución. El mañana no es un partido de fútbol en la cual hay gente fanática que defiende lo indefendible. Es el futuro de miles de peruanos que no quieren sueños ni fantasía, solamente ansían decisiones de verdadera transformación. Es momento de luchar y el color que debe caracterizar nuestras actitudes es el rojo y blanco de nuestra bandera y el único norte que debe imperar como propuesta política es el desarrollo y crecimiento hacia el bienestar general, venga de quien venga. Ya no más antagonismos o querer unificar partidarismos políticos para buscar un beneficio directo para las grandes mayorías necesitadas. Un buen mandatario  que convence con hechos, gobierna hasta junto al enemigo. Es que el camino al progreso es uno solo y todos convergen hacia el mismo horizonte. De alguna u otra forma, el fin es igual. Lo que si debe primar es el engrandecimiento patrio como fruto de un objetivo común de realización nacional  despojado de mezquindad, protagonismo y ambiciones personales y de grupo. La patria merece un altar y en ese logro debemos marcar todos nosotros porque ser peruano es un honor.