Que la navidad sea algo más que intercambio de regalos, una opípara cena de noche buena, panteón y chocolate, con deseos de ventura por doquier.
Que ese regocijo se proyecte al futuro y abra las puertas del corazón más duro, del rostro más fiero y aprendamos a querernos con amor de verdad. Que de una vez por todas, esa euforia navideña se perennice en las entrañas y diariamente aflore por nuestros ojos, por nuestra piel, como un canto de amistad y haga vibrar las fibras más sensibles del que no tiene humanidad. Ya no más sonrisas de la boca para afuera o el sonado pero abrazo superficial que trata aparentar entrega total. No más el fuerte apretón de manos que disimula maldad y ambición. Lo que el mundo quiere es sinceridad, afecto sin falacias, ni palabras insulsas. Por eso es preciso que hagamos de nuestra patria el nacimiento más grande de la tierra y adorarlo porque de ahí nacerá fortificado el amor patrio. Que la navidad cimente nuestras convicciones y con fluida inspiración se pueda crear más proyectos de desarrollo personal y el 2007 se convierta en el escenario que nos permita la realización de nuestros más grandes sueños. La vida no llega sola a los más altos peldaños de logros perdurables, es el proceso de innovaciones, cambios, transformaciones, de acuerdo a la época en que se vive. Para que sea placentero ese tránsito de la nada al éxito, hay que mirar los días del año como el espacio donde vamos a crear el paraíso en la que todos debemos vivir por ser el hombre la máxima creación que vive sobre la faz de la tierra y que trata de llegar a las estrellas para ser un astro luminoso de eterno halo sideral. Las potencias mundiales han llegado a ocupar esa altura en base a buenas ideas, aplicación de nuevos conocimientos en la tarea cotidiana, trabajo, educación y deseos de surgir en la cual cada uno ha tratado de ser lo que alguna vez soñó y las políticas de gobierno se han abocado a ello como si todos fueran una gran familia. En este sentido a nosotros ¿Qué nos falta? Es el desprendimiento. No pensar que solamente se vive para hacer dinero, tener propiedades, vivir cómodamente bien hasta que llegue la muerte y dejar medio barrio como herencia. Lo que nos falta pensar es que cada cual debe dejar huellas para la posteridad en la cual las futuras generaciones tengan como ejemplo o un camino a seguir en base al conocimiento y tecnología. Por eso aquí no hay espacio para las palabras enfervorizadas, discursos elocuentes cargados de promesas y sueños que ilusionan masas y se vuelven adeptos de la farsa. Sólo hay una tribuna pequeña pero libre para decir la verdad así critiquen los que siempre han comido el pan del día de rodillas. No falta quien es hincha de la mentira por ser su forma de ser y eso inclusive le da nombradía y prestigio porque no falta quien cree que basta el brillo del vil metal para caminar libremente por la oscuridad de la noche. Solamente la creatividad pensando en las necesidades que agobia a las clases más necesitadas, salvará al Perú. Pero si seguimos con una sociedad que vota porque le dará trabajo a él y toda la parentela, o se vuelve partidario a última hora porque el partido ha revivido de las cenizas, o se vuelve candidato por casualidad sin saber de política y qué es lo que le falta a nuestro país; les aseguro que se avecinan años de incertidumbre tan solo por una mala elección. Por eso en esta fecha en que la Navidad nos visita y el año nuevo se avecina, hay que pensar en todo ello y situarse en el lugar que a cada uno le corresponde y de ahí empezar la gran lucha por el cambio sin hacer caso a los especialistas en crear falsas imágenes que representen el sentir popular, sino en ser el verdadero líder que todos ansiamos para que cese el desconcierto masivo y cada cual pueda ser capaz de diseñar su propia ruta hacia el éxito.