DE PROFESIONAL A JEFE

Para que los entes tengan éxito en todas las  tareas que emprendan, debe haber una firme  solidez entre sus miembros.
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Desde el que ocupa el más alto sitial, hasta el que está al final, según  la categoría que ostenta. Si entre todo el grupo humano hay el cultivo de valores, se propende a una constante actualización de conocimientos,  hay una total armonía entre sus integrantes, se optimiza el rendimiento laboral de cada uno. Los resultados no se dejan esperar. Al ser así, la imagen que luce la institución, el auténtico presidente, gerente o director; debe apoyar a su personal y defenderlo ante cualquier intromisión externa en la que nada tiene que ver el trabajador. El sitial de excelencia institucional que se consigue, no es obra de una sola persona, sino de todo un conjunto de mentes pensantes que la conforman. No se debe estar a favor de él solamente cuando se le necesita para cumplir con los programas de acción establecidos, sino también cuando se presentan problemas que tiene que ver con su futuro como  padre o madre de familia. Cuando se atenta contra la integridad personal y familiar de los trabajadores motivado por razones ajenas a su productividad, generalmente de carácter económico y que abarca el ámbito gubernamental; si el servidor no encuentra ayuda en sus superiores, simplemente el puesto de jefes les ha quedado grande. Con esto no quiere decir que se este motivando la desobediencia. De ninguna manera, porque la disciplina es la fuerza que lleva a toda institución hacia lauros de gloria. Sino que hay que ser empáticos y humanos en estos casos y es cuando más se debe sacar a relucir las bondades por lo cual se está ocupando un lugar en la empresa. El que no sale a favor de nadie y sólo obedece las órdenes porque “vienen de arriba”, puede ser muy buen profesional pero como conductor de personal, simplemente es un cero a la izquierda, porque sus mismas acciones lo dicen todo.  En estos momentos en que las necesidades apremian en la mayoría de los sectores del país, lo correcto y lógico es buscar una salida para que todos tengan una oportunidad de ser útiles a la patria y puedan obtener dignamente un ingreso. Que se acabe de una vez por todas, aquella inhumana costumbre, aplaudida por el egoísta y criticada por el que se identifica con su pueblo, por  la cual cierto sector privilegiado tiene derecho a un puesto de trabajo y el resto que mire o tenga que arrastrarse para conseguir alguna remuneración y pueda atender a su núcleo familiar.  La calidad humana, la solidaridad, el trabajo en equipo,  debe manifestarse en solucionar los problemas de los demás y si hay presupuestos reducidos, lo ideal es compartir lo poco que queda para que no haya gente desocupada y todos de alguna manera pueden llevar el sustento a sus hogares. Con ingenio y creatividad, siempre hay una salida cuando el camino es escabroso. Nunca esta dicha la última palabra cuando hay fe en el corazón. Pero si hay pura  hiel en el alma  del que esta a la  cabeza de una dependencia; solo hay desesperanzas por su escasa personalidad, falta de liderazgo y sentido humanitario.  Si donde se alimentan unos, pueden hacerlo varios. De no ser así, entre los mismos peruanos, estamos tratando de quitarnos el pan de la boca como si solamente algunos no más tienen derecho a nutrirse y los demás no.  Cuando la crisis económica es agobiante y  hiere de muerte a los sectores más oprimidos, lo único que queda es unirse para  enfrentar la terrible desocupación. Para ello se cuenta con buenos técnicos quienes deben diseñar una ruta salomónica para que nadie se perjudique y cada cual pueda vivir sin apremios, cómodamente, sin ese tormento que llegue el nuevo día y no se tenga con qué parar la olla. Ojala que cada uno de nosotros se convierta en una luz de esperanza y no seamos indiferentes ante el padecimiento de nuestros hermanos de sangre y haya paz y amor en esta tierra de ensueño.

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