Cada día que amanece, el entrono patrio es un ir y venir de insultos, difamaciones, acusaciones y airadas defensas que no convencen ni al más ingenuo transeúnte.
El otrora activo militante de la corrupción o el que le sacaba provecho al formar parte activa de la farsa, del desgobierno e inmoralidad; ahora se golpea el pecho y asume una posición de pureza que a lo mejor puede terminar haciendo milagros a sus creyentes porque luce un halo angelical ¡Que tal cinismo!. No hace mucho era promotor de la falsía y se enriquecía con dinero mal venido y era parte de la corte de oportunistas que no faltan cuando no hay cualidades morales en la persona. Hoy en día, disfrutando de sus ganancias en base a su mutismo, ante un brote de indecencia, cómo se ruborizan y dicen avergonzados ¡en mis tiempos no era así!. Da la impresión que somos un país donde muy rápido se olvidan de los delitos cometidos. Hoy el diablo, quiere hacer voto de castidad y el que es ejemplo de pureza, hace gala de apetitos mundanos. En medio de tanta ignominia en que la mentira está la orden del día y al que no lo quieren ni en su casa, luce una blanca aureola de grandeza espiritual. Hay quien de toda la trifulca que se arma diariamente tratando de limpiar o embarrar la imagen del curtido semejante, en lugar de protestar ante el visible desacierto, al contrario; con los ojos que le brillan de codicia y ambición, cómo se frotan las manos, porque el caos reinante, significa dinero y ganancia a manos llenas. Está demostrado que hay un grupo de personas que viven de su trabajo y otros del dolor o indecisiones de los demás. Por lo que se debe guardar una verdadera compostura para evitar que otros se favorezcan de las desavenencias ajenas a lo que están acostumbrados porque lucrar es su única y máxima aspiración en este mundo. Piensan que vivir solamente es tener plata a como dé lugar y poco o nada interesa si se está actuando como un robot que solo piensa comer, dormir y ganar billetes. Esta reducida y mezquina forma de encarar el futuro, es la que ha creado una casta de insensibles interesados que no sirven a su entorno como fin primordial de la vida sino que viven de los demás porque sus corazones palpitan según el brillo del vil metal. En este sentido, mucho tiene que primar la conciencia y justicia de las personas. No se puede aspirar lucir una corona de oro cuando no se tiene cabeza. No se puede intentar una caricia cuando no se tiene manos. Entonces, para qué hacer derroche de promesas que jamás se cumplirán. Quien no es capaz de gobernarse solo y ni siquiera es capaz de ordenar su hogar, cómo quiere ser un guía de una masa nacional que camina entre la crisis y la zozobra originada por unos cuantos amantes de lo fácil. Es que no tienen sangre en la cara y su visión no va mas allá de sus narices. No rinde culto al trabajo, sino a la insensatez. Por eso hay que reflexionar y meditar profundamente. Si no se es dueño de sí mismo; nunca se podrá ser un conductor de masas nacionales, que no viven, sino mueren a cada instante, por la indiferencia e ingratitud de los que no son dueños ni de sus pensamientos pero si de su ambición que no lo deja ver la realidad.