POR UNA SABIA ELECCIÓN

Para conseguir o aparentar popularidad en estos últimos tiempos, no basta hacer uso de todos los medios vedados contra las buenas costumbres y lograr hacer creer que una gran mayoría es adepto comprobado y  que se goza de una enorme aceptación en todos los sectores nacionales.

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Las caravanas de autos, los grupos humanos que vivan a voz en cuello al líder de turno,  los que se desgañitan coreando un nombre, no siempre es la real manifestación del sentir de las grandes masas humanas.  Hay muchos que lo hacen generalmente porque de por medio hay dinero, o por fanatismo increíble, otros por asegurarse un trabajo o conseguir alguna dádiva o simplemente porque forman parte de una incipiente cúpula en formación y que más tarde le pueda dar sombra y conseguir buenos frutos para sus futuros propósitos. Muy pocos  sí están presentes porque creen en la figura y en los planteamientos de quien  le quita el sueño. Lo que si resulta inexplicable el tremendo circo que se arma en estas épocas para los que ya están por arriba de la base cuatro. Si cada cinco años se hace un gran despliegue de propaganda política, se gastan sumas millonarias de billetes en  campañas de convencimiento a la población. No todos por supuesto, con el fin de  ganar, se compran conciencias, se acallan voluntades y hasta hubo incorruptibles que fácilmente cedieron a la tentación del vil metal. Cuántos justicieros se taparon la boca como si el pueblo está muerto que no se dará cuenta de sus turbios negociados. Con la complicidad de connotados personajes del ambiente  social, se prometió el cielo y la luna y al final de los gobiernos, restando las cosas malas de las buenas, resulta que lo único que legaron como saldo fue un infierno de problemas. Hay excepciones por cierto pero que son contados con los dedos de la mano. Hay muchos que esperan la época de elecciones como si fuera la fiesta de la vendimia, porque es el tiempo de ganar plata, conseguir trabajo y poco interesa la sarta de mentiras que  suelten a los cuatro vientos, algunos candidatos. Lo único que  le interesa es acrecentar sus arcas a costa de la ingenuidad de los inocentes. Se sabe que de lo que se promete la mitad es falsía, pero ahí están con sus pancartas en mano,  se vuelven muy valientes, se enfrentan a quien sean porque están armados de un coraje incontenible motivado por el ambiente electorero. Es el momento en que el  blanco se vuelve rojo y el verde se torna en amarillo. El que nunca estuvo en un mitin ni en sueños, se vuelve orador incisivo, el “pituco” se vuelve luchador social. El que nunca regalaba nada ni por error, ahora se vuelve muy bueno y empieza a dar obsequios a manos llenas. El que ni siquiera miraba a sus semejantes, ahora  saluda con una sonrisa y hasta  palmea el hombro. El que nunca se juntaba con el pueblo porque él es de  una clase más alta, ahora se mezcla con  los desheredados de la fortuna porque dice que son sus “hermanos de sangre”  ¡Que tal cambio!. ¿Hasta cuándo durará esa hermandad? Habría que revisarle la cabeza, no vaya a ser que le falte un tornillo. Ante esta gran realidad, es necesario  ya poner coto a esta mala costumbre de tomar irresponsablemente  el acto electoral ya sea por parte de los votantes y los propiciadores del voto. El futuro del Perú, depende de una sabia elección. Del que tiene propuestas más concordantes con la realidad y no de los que venden fantasía por doquier. Ya no más reelegidos si es que no lo merecen. Se requiere de novedosas propuestas de crecimiento y desarrollo y ello no se consigue con los advenedizos que buscan la gloria de la noche a la mañana, que dicen  palabras bonitas pero sin fundamento,  sino de aquellos que cuentan con un buen equipo de trabajo y creatividad sin límites.

 

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