Se ha podido constatar que los jóvenes que ingresan a estudiar alguna carrera en algún centro superior, lo hacen plenos de entusiasmo y algarabía, se sienten sumamente felices de estar avanzado hacia su consagración en base al conocimiento, pero cuando dejan de lado un rato su emoción y dirigen sus cristalinas miradas al mañana, se dan con la ingrata sorpresa, que el horizonte que tienen a sus pies no es nada halagador.
Lo primero que salta a la vista es la falta de puestos de trabajos. Lo que significa que por mucho que se esmeren y así marquen diferencia, siempre van a estar sujetos al fantasma de la desocupación porque la creación de puestos laborales no va a la par con la cantidad de jóvenes que egresan cada año a competir en el mercado laboral. No hay concordancia entre el ser y el hacer. Por una parte los entes educativos forman a la persona pero las entidades que están en la obligación de hacerlo, no brinda esa ventana de realización al joven profesional. La solución de este problema debe priorizarse porque le resta fuerzas y esperanzas a todo joven que quiere convertirse en un soldado de la paz en su patria. Este desfase latente lo saben todos. No es ninguna novedad lo que se dice. Lo que se debe hacer de inmediato es tomar las medidas correctivas del caso y ofrendarle más visión a las ilusiones de la juventud. Es posible crearle un futuro a la juventud, en este sentido tienen la palabra los que manejan las riendas de la región o país. Una de las causas es la existencia de personas que se han acostumbrado a sacarle provecho a la crisis. A menos educación, más ventajas para seguir reinando y engordando del dolor ajeno. Hay quienes viven de la desgracia de otros, como si fuera la mejor forma de vivir. Como también se hacen obras que contentan a una mayoría de personas y que si bien simbolizan crecimiento, no significan desarrollo para la comunidad. Hay una serie de desfases que deben ser analizados con suma urgencia por especialistas en la materia y fijar las auténticas rutas de la superación personal. En esta búsqueda de la verdad, de poner las cosas en su sitio, así peguen un grito al cielo; no hay espacio para los improvisados, oportunistas porque sólo debe primar la razón en todo su esplendor. No hay un lugar para una casta con sueldos exorbitantes mientras la gran mayoría convive con la pobreza y se consuela con DIOS cada día que amanece. No hay sitio para los que se suben al coche y quieren vivir bien bajo la sombra del que tiene el poder pasajero, menos para los que se acomodan de acuerdo a la situación o de los que quieren hacer dinero vendiendo mentiras, confundiendo a la población. Es que las necesidades humanas no se satisfacen poniendo a precio de oferta a la conciencia y la libertad. No es posible que se pierda el sentido común por sólo por ambiciones. Se puede perder hasta la vida pero hay que saber morir con honor. Para que quitarle a los que menos tienen para que otros vivan mejor. Además nadie habita en una isla. De todo lo que se hace el pueblo es testigo. Ya no más seres que atentan por dinero contra los sagrados intereses de la población y después se hacen los desentendidos y hasta caminan tranquilamente como si hubieran autores de una hazaña. Con ellos no ha sido el pleito. El sinvergüenza está destinado a llevar toda una vida al margen de los nobles sentimientos de las masas humanas. Ojala todos los extraviados por culpa de sus intereses personales, retomen la ruta de la equidad, de la valoración humana y conjuntamente con las personas espiritualizadas diseñen la ruta de promisiones a la patria y se marche eternamente por la ruta del sol.