La reflexión de hoy es más que nada un mensaje por Semana Santa en la cual la fa católica recobra matices de grandiosidad, aunque esta vez está pasando un tanto desapercibida por el momento electoral que se está viviendo.
Situación que no debería ser así, porque si bien es cierto que se trata de elegir a las personas que regirán el futuro nacional, siempre es muy necesario tener una orientación hacia un ser superior; en este caso Dios para los que le profesan pleitesía. En realidad, en medio de tanta violencia y denigración humana por doquier, son muy reconfortantes estas fechas para el ámbito cristiano porque cimenta una auténtica relación con el lejano y misterioso infinito donde mora la razón de la existencia. Este momento cumbre de la creencia humana, es un maravilloso espacio de genuina reflexión en el futuro que nos espera lleno de oscuridad o resplandeciente de luz. De meditación sobre el rol ya descubierto que cada uno tiene sobre la faz de la tierra y en el firme compromiso de adquirir las armas de la victoria, metas y derroteros con la cual se pueda cristalizar los más grandes sueños de realización personal. A pesar que debe ser un pensamiento constante y verdadero, la construcción de la ruta hacia la excelencia, qué mejor también hacerlo en esta semana de recogimiento y espiritualidad donde se debe visualizar con toda el alma, un horizonte de bondades en base al conocimiento actualizado, sin olvidar que el acercamiento más corto hacia Dios no solamente está en el ferviente cumplimiento de una estricta disciplina casi angelical y al pie de la letra, sino más reside, en la continua búsqueda de la perfección, sabiendo que es difícil de lograr. En establecer esta línea melódica de entendimiento divinal con el Ser Supremo, no hay espacio para el creyente oportunista que solamente en ciertas oportunidades se golpea el pecho y aparenta arrepentimiento total cuando por dentro sigue poseído por una cruel enfermedad que le permite hacer del mal una forma de vida, pero que aparenta bondad de la boca para afuera. Tampoco hay cabida para el fanático sin fundamento que lejos de la realidad se crea un mundo de fantasía y pensando en un final de ventura, vive ajeno a la veracidad y piensa en hallar la felicidad después de la muerte, por eso peca y se reconcilia consigo mismo en busca del altar de la gloria. En este sentido, cada cual según sus preferencias, tiene una orientación muy personal, a la que tiene todo el derecho porque hay libertad de culto. No se trata de censurar ni criticar a nadie, solamente es una apreciación global que lo digo en voz alta a manera de una íntima opinión que no trata de fijar derroteros de ninguna manera. Cada cual es dueño de su pensamiento y futuro y nada es malo si lo único que se persigue es una firme hermandad universal. En esta oportunidad me refiero sin entrar en detalles, al significado del La Semana Santa que para el catolicismo es el horizonte estelar de afinidad con el Salvador. Más es imposible negar que la falsedad es el mal del siglo que hasta en ciertos adeptos al afecto religioso ha calado bien hondo. Es preciso hacer notar que el hombre es el que mueve al mundo por ser dotado de inteligencia, por eso que de su transformación en toda su dimensión celestial, depende el mañana de ventura o de horrores que le depara a la humanidad. Por nacer de lo más profundo de mi ser, ojala que mis palabras hagan en ustedes lo mismo que hace una gota de agua en el fértil surco y sus ojos empiecen a mirar la existencia con el color de la esperanza visualizando un futuro de dicha y prosperidad en los brazos del amor y la paz. Que la dicha y prosperidad se venga a residir en su alma por toda una eternidad.