ENTRE EL AYER Y EL FUTURO

En la existencia humana ocurren hechos que desnudan la personalidad de nuestros semejantes.

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A veces se es testigo de hechos que rompen el protocolo normal de las acciones pero como casi o nada interesa, realmente pasa desapercibido  más como el mundo da muchas vueltas; no faltan quienes por conveniencia personal, por herir a alguien, hacer fuerza común en detrimento de sus semejantes, por defender lo indefendible, erróneamente tratan de revivir el caso  para presionar,  reclamar su parte, sugerir o hasta acusar, obligando un favor  o un espacio como diciendo, si otro lo hizo ¿porque yo no? Si se trata de hablar de una conducta moral, de convicciones y dignidad, según nuestro criterio, podemos afirmar que lo que no se dijo, no se denunció, no se dio a conocer  a su debido tiempo, ahí queda, por la sencilla razón que todo se dice a su tiempo. Cuando es por conveniencia o maldad, ya el asunto cobra otro sentido. Con mayor razón si se revive la historia con otros fines, no es ético ni moral retroceder al pasado para causar daño. Lo que no se dijo a tiempo es preferible callarlo para siempre. No quiere decir que se invoque a que las personas se vuelvan cómplices de alguna inmoralidad. No, de ninguna manera, lo que se da entender es no usar el ayer  para el chantaje, agrandar la herida y causar problemas al entorno. Hay que pensar profundamente que nadie sabe lo de nadie. Puede darse el caso que lo que cree que es delito o falta grave, tiene una explicación convincente lo que  sería una falsa acusación de parte del que actúa con segundas con fines nada positivos desde el punto de vista de la calidad humana. En este sentido todas las personas deben saber distinguir muy bien lo que es la valoración de una persona, sus cualidades y aptitudes, más no seguir a ciegas siguiendo los postulados de quien abre la boca y busca adeptos por intereses creados. El hombre debe ser libre de sentimiento y pensamiento. Si hay algo que se ciñe a la verdad, se puede ser un  auténtico seguidor, pero si es producto de una desmedida publicidad y en verdad no representa lo que aparentemente luce y solamente se trata de hacer creer falsedades,  para que seguir aceptando como cierto lo que nunca va a ser. Jamás debe levantar la mano con furia ante el primer grito de libertad. Primero hay que ver qué se trata, quién lo hace y por qué lo hace y sí  merece seguir en la lucha. Toda persona con uso de razón sabe muy bien lo bueno y lo malo de este mundo. Aquí no existe el ¡yo acogí una ideología pero me equivoqué¡ Todo se hace a sabiendas y si después resulta mal, es porque se está apoyando a otros, porque me van a considerar, o porque es mi amigo y si después de esas deducciones, se encuentra dónde está, con toda seguridad han elegido equivocadamente y deben rectificarse y recuperar el tiempo perdido, sabiendo si mal empieza mal acaba.  La madurez, el raciocinio y el sentido común es lo que debe imperar en todo momento. Los líderes de todos los tiempos fueron cautos, demostraron lo que son con hechos, sus obras hablaron por ellos. Inclusive muchos se fueron a la tumba sin saber en vida la grandeza de sus aportes culturales, lo que demuestra que casi ninguno lo hizo por interés económico, por figuración, por escalar puestos de trabajo, por orgullo personal. Fueron humildes hasta por sus cuatro costados. Por eso está reflexión trata de perennizar lo que la sabiduría popular  ha consagrado. En el camino hacia la victoria, volver los ojos hacia atrás, es no saber a dónde se quiere llegar porque se ha perdido la hoja de ruta.

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