Hay quien acusa con razón y las pruebas en la mano, otros en base a lo que se escucha y una gran mayoría inventa la falta y se vuelve un asiduo reclamador de la justicia y hasta critica el delito desde su altar santificado de una pureza divinal.
Existe todo tipo de persona, el que ayer era parte de la corrupción, hoy se ruboriza ante alguna desavenencia política y dice todavía incrédulo ¡ en mis tiempos no era así!. El que antes atizaba la violencia como única vía para solucionar sus justos reclamos, hoy detesta la prepotencia y dice que el dialogo es el mejor camino para encontrar una estrella en el firmamento de la oscuridad. Pero hay casos especiales, el que un día se alimentaba con plata de oscura procedencia y era eje principal de la inmoralidad, por haber aprendido que tapando las yerros de los poderosos, se vive muy bien así le digan en su cara que es un comodín, en lugar de aprender a sentir vergüenza; se han vuelto más caradura al extremo que se glorifica y ataca con saña al aprendiz de delincuente. En estos últimos tiempos ocurre un fenómeno que ya forma parte de nuestro folklore porque a simple vista no se sabe de dónde viene pero solo se conoce como hiere. Le da en el suelo a quien asciende por la escalera del triunfo pero no directamente por el que se siente desplazado, sino por un grupo que funciona según la cantidad de dinero que ponen en sus manos. Porque no creo que gratis se arriesguen y pongan de cabeza al más pintado compatriota que quiere dar muestra de peruanidad. Ojala no sea así, pero alguien ampara a los que tratan de hacer justicia con sus manos o con su boca como ocurre últimamente. También es notorio, con qué velocidad se olvidan los errores del pasado y con qué frialdad se colocan la túnica de la santidad y se escandalizan ante un mal menor cuando ellos fueron autores de garrafales y tenebrosos sinsabores de la cual hay gente que hasta ahora no se recupera de tanta desdicha. Hay personas que creen que todo lo hecho según conveniencias personales ya el pueblo se olvidó y muy frescos salen a la palestra apoyando o fungiendo de líderes y aspiran los puestos más altos que oferta el estado. Corroborando lo que digo y que ya es parte de nuestra idiosincrasia, cómo proliferan los adeptos de turno, saben que su líder no a llegar después del último, pero ellos tratan de sacarle provecho a la situación aparentando una filiación que no la sienten pero ni en sueños. Qué se espera de una patria donde unos quieren ser candidatos y otros quieren ser sus seguidores por intereses personales. Hasta se duda que ambos grupos eleven una bandera para servir de corazón a la patria. Hay quienes tienen buenos sentimientos pero también abundan los que han tomado la acción de manejar los destinos patrios como si fuera un negocio rentable o se mandan a dirimir condiciones en el escenario político como si fuera un lauro más en su vida profesional. Por supuesto que de la decisión de ser guía del futuro patrio, los más felices son los que se ha acostumbrado a vivir de la inocencia del pueblo y de las ilusiones de algunos que sueñan con la banda del poder pero que están lejos del querer porque la patria no es un trofeo ni un jugoso botín que está a disposición del que no lo merece, solamente le pertenece a las personas conscientes que toda su vida han luchado por verla próspera, resplandeciente, llena de triunfadores y personas de éxito y no de los que cada cinco años se les da por gobernar rodeado de una corte que demuestra su adherencia comercializando su conciencia al mejor postor. Esta es una gran realidad que la juventud debe analizar concienzudamente y en base a ello tomar las decisiones del gran cambio pero con euforia transformadora así se fracase pero se va sentando un precedente de lucha y no para asegurar el mañana con billetes de mala procedencia. Solamente el que no es esclavo de su ambición, vive con dignidad.