Toda promesa tiene un límite de credibilidad absoluta como la palabra no solamente debe ser usada para pedir disculpas cuando el error se nota a muchas leguas.
Diariamente, quién no es testigo de enfervorizados discursos, que arrancan hasta lágrimas, en la cual se adquieren compromisos que jamás se cumplen. No quisiéramos pensar que cada uno es un público elogio a la mentira y si así fuere, es un craso error trasmitir falsedades a través de la expresión oral. Somos de la idea que el verbo debe ser utilizado solamente para delegar belleza, nuevas formas de vida, aliento, indicar caminos de desarrollo pleno, señalar mágicos senderos de otros amaneceres, pero no para manchar, difamar, herir o vender al amigo al mejor postor. Felizmente no todo está perdido, hay quienes utilizan el lenguaje para ofrendar autoestima, asertividad y en realidad, esos escasos pero muy necesarios encuentros con la fuente real de la expresión humana; deja muy bien en claro que no todo está perdido. Aún hay quienes dejando de lado el interés personal, se levantan y dejan oír su virtuosidad por ser verdaderos adalides de la justicia, promotores de una conciencia de paz y las realizaciones humanas de manera total. Eso sí, hay que tener muy bien en cuenta, que no solamente es necesario decir lo que se siente con palabras elegantes y que son del agrado del oyente. Por encima de toda manifestación bajo un marco de euforia ilimitada, la palabra debe ir unida a la acción inmediata y precisa. Lo que significa no hablar simplemente de la boca para afuera pero en el fondo no se siente nada. Poco vale ser dueño de una elocuencia envidiable, cuando no hay una línea melódica entre lo que se dice y lo que se hace. Es algo parecido al significado de ”el papel aguanta de todo”. En este sentido cada cual es lo suficientemente maduro y consciente como para no escuchar a cualquiera sino solamente a quien se lo merece porque se caracteriza por enfocar los problemas de acuerdo a la realidad en que se vive y con la verdad por delante.
Cada cual es libre de expresarse como mejor le parece, pero es deber y obligación de cada persona, no dejarse llevar por lo que dice cualquier individuo embriagado de sus fantasías sin fundamentos convincentes especialmente. Es que en este mundo hay de todo, más no por eso, hay que dejarse deslumbrar ante las palabras bonitas, dichas sin forma ni fondo. Según nuestro muy particular modo de pensar, somos de la idea que en una expresión, para que llegue al corazón, debe ser dicha sin fanatismo, con el fin hacer pedagogía como mandan los cánones de los géneros literarios. Preferible es centrarse en la opinión global tomando como punto de partida el sentido común sin llegar a ser un acérrimo defensor de lo que personalmente piensa el autor. Salvo que sea una nueva ideología o pensamiento que rompe esquemas y fronteras por su originalidad. Partiendo de esa premisa, un plan netamente culturizador, debe acompañar siempre a la palabra a cada instante. Sólo así se estará educando para el mañana y se estará sembrando semillas de bondad en las mentes humanas que son los que darán las pautas en el tránsito hacia la espiritualización de las personas.