Las personas con escasos conocimientos y que tienen la firme idea que cambiará su vida tan sólo con un golpe de suerte, en base a los amigos que tienen un buen puesto o formar parte de la corte de serviles que adoran al poderoso de turno, padecen de inercia mental irremediable.
Esperanzarse en lo que posiblemente va a venir, o lo que DIOS quiera, es tan solo una fácil forma de resignación, lo que deja entrever un aletargamiento espiritual por no tener la suficiente fuerza de voluntad para sobreponerse a los avatares lógicos de la vida. El hecho que existan pocas oportunidades para ofrendar las virtudes humanas por la no valoración exacta del talento; de ninguna manera significa que el hombre debe dormirse en sus laureles y dejar de lado la adquisición de nuevos ideales por no ser necesarios y que de nada valen en el mercado laboral, según opinión vana del que nunca supo saborear las mieles del triunfo. Al contrario, es cuando más se debe preparar porque tarde o temprano, se le abrirán las puertas del éxito. El que la sigue la consigue y todo cae por su propio peso. En el mundo no todo está perdido. No siempre la riqueza material nos lleva a la gloria y si nos lleva, algún día se desvanece y pasa al olvido. Los atributos intelectuales son los se tornan eternos pero muchas veces no son apreciados en su real magnitud. Inclusive hay que morirse para gozar del reconocimiento popular. Esto es una gran verdad. Pero aún hay personas de buen corazón que le da el sitial que se merecen a los que muestran una desinteresada proyección social a través del conocimiento, cualidades innatas como el arte integral. La ascensión a la cima del éxito por intereses creados, por ley natural; poco a poco pierde terreno. La juventud de estos tiempos, se está educando y tiene ideales muy lejos del acomodo barato, del nepotismo o sobre valoración de habilidades. Los reyes de corona de oro frutos de la casualidad, se están quedando sin piso. Les corresponde a los jóvenes tomar la posta junto a los hombres de experiencia que están demostrando sapiencia con hechos y no con palabras, con obras visibles y no con promesas incumplidas, con sinceridad y no luciendo las careta de suficiencia cuando bajo de ella, se escuda la persona que no enseña con el ejemplo y no hace lo que dice ni en sueños. Así como la persona sin ansias de progreso, es un conformista y no muestra avidez intelectual. El dotado de sapiencia por estudio o la práctica, si solamente vegeta en lo que es con las justas, acude a su centro de trabajo rutinario, come, duerme y espera su sueldo a fin de mes, pero no piensa más allá de sus ralas ambiciones, no se actualiza de acuerdo al mundo moderno; es también un conformista pero su pecado es doble porque tiene las armas del triunfo pero no las utiliza, peor aún, si ha creado en torno a suyo una aureola de eminencia y se cree intocable y digno de estar en una vitrina para que lo aplaudan. El saber es una bondad del alma solamente cuando se prolonga a las clases más necesitadas que requieren de sus capacidades. Los sabios de salón y de café, son un recuerdo de ayer. Ahora deben ser los guías y maestros de las sociedades en base a la ofrenda de su sabiduría en pos de mayor bienestar. De no ser así, estaremos frente a un soldado que tiene un armamento sofisticado pero que no dispara ni en defensa propia y la batalla por una existencia feliz, se gana cuando hay efectividad en la acción y esto solamente se logra cuando hay en las entrañas, el verdadero deseo de formar, desde el rincón más alejado de la tierra hasta en las urbes cosmopolitas, una hermandad universal que respeta a la vida por ser un halo cósmico que hace posible la realización personal.