Frente a un mundo deshumanizado por la alarmante ausencia de valores, pero si ávido de riquezas y dominio a través de la guerra, se desenvuelve el hombre y cada día son más los adeptos que se suman a la gran legión de los nuevos conquistadores en la cual el oro es la causa fundamental de la existencia.
El que no iza la bandera de la competencia y el desmedido interés económico, es realmente un héroe y muy pocos son los que luchan por las causas justas de las grandes mayorías oprimidas que no subsisten a duras penas; sino mueren en cada amanecer ante la risa irónica de los que todo tienen en base a la mentira y falta de conciencia. Ante esta encrucijada, difícil de entender ¿Qué le queda al hombre común y corriente que transita por las calles preocupado por el pan de cada día? Una gran parte opta por seguir la ruta que más le conviene según sus egoístas necesidades y una minoría avanza al pie de su convicciones y así se caiga el mundo a pedazos, nada ni nadie le hace olvidar su única y sagrada misión sobre la tierra que es, por medio del talento; convertirse en una persona útil a la sociedad en razón a una creatividad sin límites.
Será el orbe diferente cuando la energía de ese grupo minúsculo con entereza moral, entrega total y dignidad se esparza por el planeta conquistando corazones y se convierta en el inmenso ejército de la paz que combata las bajezas humanas con una sonrisa. El logro de los más grandes ideales procede de las mismas espiritualizadas entrañas humanas y se prolonga en el horizonte según los latidos del corazón; entonces, si mientras unos se cultivan intelectualmente y otros afilan la daga de su ambicia incontrolable, el futuro de las grandes y pequeñas orbes no es nada halagador. El rico se hará más rico y el pobre vivirá eternamente en la orfandad. De un cambio total de mentalidad hacia derroteros de ventura compartido en iguales condiciones, depende la felicidad plena de todos los que hoy tienen a esta faz increíble como única morada. Más si el hombre opta por lo fácil, o sea arrimarse al árbol frondoso de turno y no crea su propia fuente de sabiduría, solamente le durará su reinado hasta que le llegue el otoño a quien le da sombra. Una vez sin su protector, quedará a disposición del sol y como no sabe hacer nada, morirá irremediablemente. Hablando claro, lo que hace daño a los países es justamente esta costumbre que ya se ha institucionalizado que hasta parece ley. Los que menos méritos tienen son los primeros que encuentran trabajo. Es que en ciertos sectores ser sumiso y servil es la mejor carta de presentación para ocupar un puesto laboral. El que sabe y tiene bien formada su personalidad y no le entra a los negociados ya sea de apoyo condicional o simplemente callarse la boca; será siempre un eterno desocupado. Por el bien del futuro patrio, esto debe acabar de una vez por todas. Que el talento sea la única condición para formar parte de la fuerza laboral del país. Ya no más la familiaridad, el padrinazgo, la compra de voluntades, conciencia y las sagradas libertades del hombre. En este sentido el que no sabe, debe aprender y el que sabe mucho debe enseñar. Pero viene ocurriendo lo contrario. Los de escaso conocimiento no necesitan estudiar sino simplemente agachar la cabeza y cumplir órdenes del superior y tienen su sueldo asegurado aunque no sea bueno para nada. Por eso es mi deseo que esta reflexión, llegue a lo más profundo del ser, porque de lo contrario siempre seguiremos quejándonos de todo, cuando los culpables de la crisis en que se vive somos nosotros mismos por gustarnos lograr una muy buena posición con el menor esfuerzo.