Estamos viviendo una etapa muy crítica en cuanto a reafirmación de ideales comunes en pos de un mejor futuro y se camina tan aprisa que lo cierto, en un segundo se convierte en mentira y viceversa.
Hoy se es un héroe y al poco rato se puede ser villano. Se es malo y bueno a la vez, o valiente y cobarde al instante, sincero y mentiroso cuando conviene y sin dar muchas vueltas, el diablo se santifica y el casto peca por doquier. Da la impresión que el hombre se porta de acuerdo a la situación para poder subsistir con creces o sobresalir olímpicamente dentro de la enmarañada selva de cemento, pero hace mucho derroche de orgullo, por la que de pronto su línea de bondad, se torna en la senda de la maldad y su aureola de gloria se convierte en la antorcha del sufrimiento para felicidad del inmoral que goza de protección de su séquito de la misma calaña. Se nace y se muere cada día lleno de inverosímiles acusaciones mientras que el verdadero delincuente se ríe a mandíbula batiente del dolor ajeno. Así vivimos pero a pesar de todo se comenta y se asegura que hay solidaridad en todos los lugares del mundo, cuando lo que reina es la indiferencia, por la falta de calidad humana y desigualdad social. Son pocos los que se pueden sacudir el polvo que cobijan en la espalda sin que se le note el rabo de paja. La conciencia en lugar de ser blanca cambia de colores según el valor del billete y la palabra afectiva es pisoteada por líderes (según ellos) pero esclavos y sumisos del poderoso que le da la vida, a cambio de su silencio y aplauso barato. Mientras una gran mayoría camina cabizbajo rumiando su incertidumbre y tratando de hallar un claro en la oscuridad del día, una minoría pero significativa; disfruta de todas las riquezas que le da la vida sin el esfuerzo obligado ya que todo le cae del cielo a pedir de boca por ser parte de una cúpula bendecida por la casualidad. Cada día que amanece la patria de mi infancia es un mercado donde se negocia lo imposible y hasta las libertades tienen su precio estipulado por los mercenarios de la verdad. Ante estas muestras de ingratitud, el insulto es poca cosa para demostrar cólera cuando apremia la desconfianza. Se agigantan las desavenencias porque desgraciadamente el mismo hombre es cuchillo de otro individuo. Ante la falta grave a todas luces, salen miles de adherentes para ocultar el delito. Si la acción es noble y merece un halago, se lleva las palmas el que menos obras hace. Al final termina coronado el que hace alusión al desgobierno reinante por intereses personales.
Por eso es necesario que aunque el mundo se revuelque entre la podredumbre y el honrado pida a gritos justicia, de rodillas al cielo; jamás hay que perder nuestra altura emocional. Hay que sacar fuerzas de flaquezas, es que cuando existe la razón, así duren mil años de cautiverio, siempre habrá alguien que rompa los grilletes de la esclavitud del alma y la vida florecerá con el color de un nuevo amanecer y con la esperanza de un mundo mejor.