Todos los pueblos tienen una misma forma de mostrar su desagrado e inconformidad ante los gobiernos que mezclan la improvisación y simplemente promesas de cambio con algunos aciertos que no contentan a las grandes mayorías oprimidas por un mal manejo de las riendas de un país.
En este teatro de la existencia humana, hay personas que no les importa nada de lo que sucede en su entorno, solamente cuando necesitan de algún favor, se integran a las agrupaciones o a las fuerzas vivas de la localidad en forma momentánea pero sólo para satisfacer sus necesidades o ansias de triunfos. Otros más comprometidos con su realidad, sí participan en la vida activa de su comunidad, opinando o interviniendo en forma directa como lo hacen los verdaderos líderes sociales, dirigentes vecinales, tratando de poner orden en el desarrollo de las actividades de los grupos humanos y velan porque se cumplan los programas de los que ostentan el poder pasajero. Hay otra especie en la sociedad felizmente no muy numerosa, que reclama con voz en cuello, critica de todo desde su punto de vista político, emplaza a los que posiblemente dirigen con falacia los destinos patrios. Peor aún si tienen a la mano los medios informativos; los constituyen en el canal preciso para dar a conocer su descontento sobre las anomalías que cometen los que tienen el mando de la ciudad. Una vez que consiguen dinero, trabajo o ascensos, mostrando un orgullo y pedantería que se nota a más de una legua, se callan la boca para siempre. En este grupo, no es nada raro que formen parte, según ellos mismos “eminentes profesionales de carrera”. Cuando nuevamente están en la calle o vuelven a su puesto de origen, porque generalmente algunos no son buenos para nada, ya que la miel no está echa para la mula ni la música para el burro; vuelven a las andanzas de tiempos pasados y nuevamente empiezan a destilar hiel por sus labios como si fuera la única forma de lograr un ingreso o posición social que les permite tener la lengua muda o bien afilada cuando les conviene. El que si es fiel al castigo, es el sufrido pueblo que soporta hasta cierto punto todo las desavenencias del que está luciendo las corona de oro, pero cuando ya le falta la paciencia porque todo tiene su límite, empieza a mostrar su protesta con marchas, pronunciamientos y se levantan con toda la razón del caso y dicen las cosas como son hasta en la cara del más pintado gobernante que se cree omnipotente porque tiene una banda roja y blanca en el pecho. Por su parte, el otro bando, jura y rejura estar luchando día y noche “para que haya trabajo”, que “vela por los intereses del pueblo” “es capaz de dejar su vida con tal que la población no sufra” y hasta lo dicen con lágrimas en los ojos pero que no conmueven a nadie porque ese llanto no viene del alma sino de sus más oscuras conciencias acostumbradas a la farsa y el teatro para conseguir fortunas personales y de su entorno. Por eso es justo y necesario que todas las malas acciones que se han hecho y que tiene a más de medio país descontento, se analicen y se cambie de rumbo para bien de los que más sufren y no seguir por la misma ruta que conduce aún más a la crisis total. Que las mentes iluminadas de la patria diseñen ese sendero maravilloso de ventura y vengan las transformaciones e innovaciones que hará que todos podamos mirar el futuro con esperanzas y se cristalicen nuestros sueños de vivir con dignidad, felicidad y prosperidad.