CON LA ANTORCHA DEL PROGRESO

Hay días que me levanto con cara de culpable que no quisiera mirar a nadie y no es porque sienta vergüenza de algún delito cometido, sino que me apena lo poco que he podido hacer en mi larga existencia,  en un país atormentado por la ambición felizmente de unos cuantos que piensan que hacer acopio de dinero mal venido es la máxima aspiración como seres pensantes.

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Cómo será mi incertidumbre que no  alcanzo a comprender ni por mucho esfuerzo que hago; la inconciencia de aquellos que sabiendo el mal que hacen a diestra y siniestra, se pasean orondos por las calles de mi ciudad que conocen los pasos de los caminantes sin rumbo; como si hubieran logrado un triunfo y merecen pleitesía y hasta siguen con su increíble cantaleta que son “personas comprometidas de cuerpo y alma con el futuro de la nación”. Así como están las cosas, la humildad tan sólo existe en la  falsa careta de los que fingen de “necesitados” cuando en el fondo su única  meta es vestirse de oro como si el mundo se fuera acabar mañana y la entrada fuera muy costosa en la otra vida.  En este mundo de interesados y de orgullosos. Si la persona se descuida, seguro que le venden el Cerro Baúl con el toro de yapa. La habilidad por el lucro de oscura procedencia, ha llegado a su máxima dimensión que nadie está libre de ser víctima del vivo que es muy inteligente cuando se trata de ingresos para sus bolsillos que es donde guarda el botín del pueblo. Por eso cómo quisiera que mis versos sean milagrosos y tengan poder divinal para que puedan transformar la mente humana con su mensaje angelical. Cuánto daría porque tengan la fuerza del sol, la majestuosidad de una montaña, que sean imponentes como el cóndor, raudos como el viento y sublimes como el mensaje de Dios para que puedan penetrar hasta en el alma impía y jamás  existan hermanos que utilicen el don de la palabra para mentir, calumniar, insultar, sobornar, formar círculos oscuros de gobierno, vanagloriarse de ser eminencias cuando con las justas los conocen en la cuadra donde viven, comprar conciencias y silencios, herir, suplantar puestos de trabajo,  arrinconar al talento, etc.  Quizá somos muy pocos los que tenemos esta ideología y queremos cambiar al mundo a través de la magia de un sencillo verso. De repente se necesitan más aprendices de poetas, como yo;  para formar un ejército invencible y realizar con éxito la cruzada por la igualdad de oportunidades, respeto a las aptitudes innatas y  solidaridad humana para empezar. Es que la palabra es capaz de llegar al corazón más duro y hacer que salgan flores de la boca del honesto. Con el verbo florido y profético, se puede enternecer las entrañas más volubles de los grupos humanos y enseñarles el camino de la victoria que reside en cada uno de nosotros pero que no da señales de vida por el egoísmo ajeno. A no ser que la sociedad ya esté demasiado entronizada en inhumanas acciones y sea muy difícil que cambie. Más queda como esperanza  la  sutil juventud. Pero solamente aquella que  estudia con ahínco para ascender hasta la cumbre de los Apus e iluminar la tierra con la luz de su sabiduría. Por eso si se les apagase su flama, despojándome de la energía que aviva mi ser, sería capaz de coger una estrella y prender  su emblema para que no exista la noche ni en el confín más lejano del universo. Por eso, después de haber transitado por caminos de espinas y haber sido acribillado por las balas enemigas; aunque no soy el más indicado y de santo no tengo nada, escribo diariamente rima sobre rimas, poesías que hablan de excelencia,  con la idea fija que el hombre muera en defectos y renazca en virtudes todos los días desde que DIOS amanece.

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