BAJO LA SOMBRA DEL EGOÍSMO

Vivir nublado por los elogios en razón al puesto que se ocupa, obtenido de no muy buena forma; es como saborear la comida de otro, mientras el hambre lo consume. 

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  Cuando el cetro de la victoria cae del cielo por obra y gracia de la casualidad, se puede ser rey, pero sólo se tienen súbditos en base a la prepotencia y esclavitud generalizada. Se puede gobernar a todo un séquito humano pero el  respeto a la autoridad lo determinan las necesidades naturales de la persona sin el afecto común que debe existir en toda relación  laboral y amical. Los más sumisos y serviles son los que ocupan como siempre la corte de honor y los demás, obligatoriamente aplauden las acciones del dueño de la pelota, ante la amenaza de un castigo masivo, por  eso la pleitesía solamente es por compromiso.  En ese pequeño mundo todo puede suceder pero siempre los más jugosos  frutos son deleite del oscuro grupo que circunda a  su honorable cabeza que dirige el concierto con la batuta de la  necedad y la avaricia.  Es que el orgullo, el egoísmo tiene otro nombre. Estamos seguros que muchos se preguntarán al ver estas muestras de excesivo poder, enquistados en el devenir patrio. ¿No se darán cuenta del ridículo que están haciendo ante la colectividad? ¿No tienen familia, amigos para que le hagan ver sus errores? ¿No se darán cuenta que eso de luchadores sociales ya huele a broma de mal gusto? ¿Que la calidad y eficiencia laboral solamente figura en el papel porque en la practica todo es puro protagonismo ajenos a la creatividad?

Hay que pensar que  gloria no es que todos nos alaben, sino que el pueblo nos reconozca por las cosas buenas que se hace en bien de las grandes mayorías. Entonces la corona de brillantes que se luce de puro exhibicionismo, no significa nada. Solo es un canto de sirena en la inmensidad del mar azul. No se puede Esperar un buen resultado sin los basamentos de un fiel liderazgo, tiene que ver lógicamente con la transformación de los ideales juveniles hacia nortes de ventura. No hay que olvidar que hay que formar a semejanza de los grandes valores nacionales y no de quienes solamente ven sus intereses personales. De no ser así, aquellos adalides de barro están perennizando la injusticia, la sobrevaloración, la ingratitud, la indiferencia que no es otra cosa que las causas por la que nuestra patria camina de tumbo en tumbo y no tiene cuando acabar su desgobierno.

 

 

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