El espacio rojo y blanco de la patria mía, se ha convertido desde épocas añejas en un escenario trágico por los desatinos que cada vez son mayores y especialmente de parte de algunos que tienen el mando del país y personas representativas del entorno nacional.
Cada día que amanece, hasta los niños y ancianos, que no tienen la culpa de nada; son testigos de las desavenencias de personas que aparentemente aman a la patria de la boca para afuera pero que en el fondo solamente son oscuras muestras de afecto que buscan el beneficio propio. Estos desfases conductuales, de manera indirecta; influyen profundamente en todos aquellos que trabajan a conciencia y que tienen esperanzas en una patria mejor y digna de ser vivida. Ni que decir de los incomprendidos artistas en todas sus especialidades, que deambulan por las calles de siempre soñando con inalcanzables quimeras ya que nadie se acuerda de ellos a pesar que tienen todo un caudal de creatividad que muy bien puede ser utilizado en crear más conocimiento para la humanidad. El afán de avanzar a la mala, atropellando a cualquiera, usurpando puestos de trabajo, los deseos de figuración, les absorbe el tiempo a una gran parte de compatriotas. Mientras que una minoría espera pacientemente ser valorado sin tener que llegar al denigrante servilismo. En esta acción de ser y no ser, se van los días pero todo sigue igual. Hay que hincarse de rodillas ante el poderoso si se quiere disfrutar de los beneficios que otorga el poder , de lo contrario cada cual se la pasa viviendo a la voluntad de Dios y las ansias de una nueva vida se tornarán cada vez más lejanas. Ya se ha hecho una costumbre, el que tiene trabajo bien o mal remunerado, la pasa como sea, el que gana sueldos suculentos es todo un rey en su palacio de fantasías y los desocupados no son otra cosa que los héroes del pueblo porque cada día tienen que hacer milagros para subsistir a duras penas. Ante esta terrible desigualdad, son pocos los que le ponen el dedo en la llaga y levantan sus voces de protestas por los más necesitados. Hay tanta deshumanización, que a nadie le importa lo que el otro padece y ni siquiera hace algo por solucionar los problemas ajenos teniendo la sartén por el mango. Cada cual se dedica a lo suyo y punto , aunque no falta quien irónicamente se atreve a hablar de solidaridad y de objetivos comunes de bienestar. A este paso, sin lugar a dudas el mañana se torna nebuloso y difícil. Es que en los momentos actuales, nadie puede salir del abismo de la incomprensión por sus propios medios. El que empieza un ascenso indetenible, no falta quien está como loco por hacerlo caer. El triunfo es solamente de unos cuantos desde el punto de vista del incapaz y por la envidia que habita en su ser; no deja que otros logren el éxito por sus propios medios. Ante este ambiente de zozobra, las leyes, los proyectos de cambios sociales, las virtuosas innovaciones, no encuentran asidero en vista que hay personas que ya se han acostumbrado a vivir de las desgracias ajenas. Les conviene la pobreza de otros, las desdichas de su entorno sirven para alimentar sus arcas de riqueza personal. Por eso es que los anuncios de transformaciones en aras de una vida mejor, caen por su propio peso. Para algunos, el dolor de la impotencia le produce una profunda herida en su golpeado corazón y para otros energiza sus ganas de trascender a costa del talento de los verdaderos baluartes de la calidad humana.