EL MILAGRO DEL PUQUIO

Cindo Peña bajaba presuroso, caminando sobre las piedras. A lo lejos se divisaba la casa del poeta. Poco a poco se internaba en la floresta. El verde carrizo y las campanillas en abrazo fraternal formaban un tupido techo al sendero.

Los higos y manzanas perfumaban la mañana. Al fondo, la quebrada, el riachuelo cristalino emitía su sincopada sinfonía por su cauce cubiertos de berros. Al fin se veía la casa de caña y barro.  Una estela de humo de la cocina de leña  le daba el toque mágico a la casa de campo. Bajo una ramada de tumbos en flor, el poeta leía abstraido de todo el mundo.

– Buenos días de Dios mi querido poeta-

¡Pero que sorpresa! ¿Cómo le va amigo Cindo?

Acá pue’ maestro, vengo con la cabeza caliente. Siempre publican cosas en los diarios que yo no entiendo y como usté es persona bien  letrada, vengo pa’ que acabe con mi ignorancia que aunque me escondo me persigue y me encuentra.

– No hable así amigo Cindo. Todo con voluntad se aprende.

– Ya estoy viejo para que me entre, es que tengo la cabeza más dura

que parece piedra.

-Nunca es tarde Cindo. Te voy a dar un secreto. En los tres puquios del fondo, el de en medio tiene poderes milagrosos por obra del cielo y de la tierra. El que se baña y toma el agua, recibe la bendición de Dios y lo apoya siempre y cuando sea para bien.

– No faltaba más. A mi con cuentos .¿Quién se lo va a creer?. Además usté sabe muy bien que el agua  solamente es pa’ los peces –

– Cindo, pero que pierdes con probar, tienes solamente que esperar la noche, te bañas, y duermes al lado del Puquio y Dios te iluminará la mente.

-Me ha convencido Poeta, pero si mañana sigo igual, a su cargo va.

Apenas empezó a caer la tarde, Cindo con su rostro lleno de incredulidad y que se notaba a una legua, se dirigía a la poza con  su frazada en mano, luego solamente la oscuridad de la noche, el encanto de las horas divinas. A ratos, coros de voces angelicales entre rayos celestiales, la iluminación súbdita sobre los “ojos” de agua; saben lo que sucedió. Al clarear el día, el poeta encontró una nota escrita a mano bajo la puerta que decía:

Estimado poeta: Me fui antes que amanezca. Anoche hice todo  lo que me indicó, luego bajó de los altos una nube blanca y cubrió mi cuerpo, sentí una suave brisa que me hizo crujir los huesos y mi cerebro pareció que despertaba de un letargo de siglos y nació en mi alma el deseo de escribirle con la pluma que se anida en el alma y que sale de mis entrañas como queriendo reencarnarse en otra persona. Fue una visión hermosa que encierra un mensaje cogido de la noria inagotable  de sabiduría que posee Dios. El me ha dicho: “ El agua es la forma divina que le da a la vida su mejor sonrisa. Es el soplo cósmico con la cual se elevan hasta confines ilimitados las aspiraciones humanas en busca de la fuente de la eternidad. Es que sin ella, hiere la soledad como la espina a la carne, el viento a la arena, la pena a mi jolgorio. No hay nada más romántico  ver cuando los ríos llenan su seno de lágrimas que cristalinas  bajan de las punas ante el azote cálido  del sol  todos los días. Una gota puede hacer fértil el desierto  poblar de flores los callejones y páramos silentes..  Es que fertiliza la tierra y brota la semilla con su verdor de esperanzas, mientras el hombre le araña el lomo a la tierra con sus dedos de acero, arrancándole el grano dulce para su hambre de años. Entre sus entrañas el agua es un canto a la vida y un faro de luz que baña de ternura la arrugada faz del suelo. Un paso indetenible a la victoria es cuando avanza en el surco dejando su huella de humedad. Por eso cuando se va libremente con dirección al mar siento como si mi sangre se derramase al abismo del olvido.

 

El agua la puso Dios

abre las puertas del cielo

como este mundo, no hay dos

por eso adoro a mi suelo.

Me gusta ver cuando los Andes lloran de soledad, por sus mejillas curtidas de brisas corren las gotas vitales de vertiente divinal y el universo entero abre sus brazos y el calor del ensueño puebla de dicha el entorno del hombre y las aves se arrullan mientras sus trinos llegan al paraíso como un canto de amor Cuando la noche tiende su manto de tinieblas y los campos son un concierto de sombras fantasmales. El silencio es la música sin notas que innunda a la oscuridad; sólo es roto por el discurrir sigiloso de un riachuelo enamorado que huye hacia el monte con su corazón herido por el aura matinal. Diga usted si existe más belleza  que una catarata cuando el agua cae como una lluvia de cristales en su lecho de locura. El agua, de un beso apasionado hace parir a la tierra la flor fragante y el jugoso fruto. Cae sobre mi piel desnuda y se resbalan por mis poros los átomos invisibles impregnados de ilusiones en el largo caminar de mi ruta de bondades. El baja por el río polvoriento como la única esperanza de un nuevo amanecer. Pienso que bajo las sombras donde se cobijan mis atardeceres, el agua refresca las raíces que atraviesan la tierra buscando la claridad en sus noches sin tiempos.  No tiene ojos, su única guía es la pendiente por donde discurre zigzagueante haciendo el surco primoroso  sobre la herida abierta de la tierra. Amo a las frescas mañanas cuando  florecen los valles  junto a mi alegría. Hay que amar a los deshielos. Cuando pierden su figura de novia dormida, surge la gota creadora de los espacios sublimes donde se crean  los más nobles anhelos. Mientras el agua exista continuará la vida por senderos de prosperidad. Claro pero que nunca arremeta con furia y a su paso arrastre, pajas, piedras, lodos, ideales, sembrando dolor y tristeza. A veces mata, contamina, pero es porque el hombre en su afán de riqueza se descuida y contamina el ambiente y su cuerpo de cristal sin importarle que no está sólo en el mundo. Cuando el agua no deja ver su temblorosa silueta, la sequía se hace tan latente que del suelo quiere brotar  candela como si fuera el mismo infierno. La naturaleza castiga con el látigo de la ausencia y la sabia bendita se hace nada y el fino polvo de las rutas indelebles, nubla los ojos; cuando el sol está sobre la cabeza  con su lengua de fuego. Es cuando se extraña la lluvia y se envidia a los peces que no padecen de sed. Sin agua, la existencia se opaca irremediablemente, es igual que echarse a dormir y no despertarse jamás. No es agradable ver los labios resecos de la tierra cuando el astro rey arrecia indeclinablemente desde que raya la aurora. Me parece que en adelante ya no habrá guerras por la riqueza, quizás el alma mortal vomite su bilis por lograr a cualquier precio el líquido vital. La grandeza universal que logran los iluminados talentos de la historia , los intelectos increíbles hallan , en el agua pura de los manantiales, una fresca aureola y halo de creatividad inmensa. Es la que despierta las fértiles mentes que han sido  adornadas con el pincel  de la genialidad. Este legado es como una oración que debes difundirla por el mundo. Cuando tenga más palabras sagradas te visitaré a través del sueño. Gracias Maestro. Tu amigo CINDO.

El poeta alzó la mirada al cielo  y de sus ojos cayeron muchas lágrimas alcanzando decir entrecortadamente ¡ Gracias Dios Mío por  fecundar la mente y el corazón de los hombres¡. Y se hincó de rodillas  junto al agua fresca que es en todos los días  la luz divina que lleva a la humanidad por caminos de ventura y grandiosidad.

Han pasado los años y en las noches de luna cuentan algunos caminantes que ven la figura de CINDO como una sombra que se pierde en el bosque y luego desde los Puquios se eleva a los cielos convertido en  blanca paloma  y la casa del poeta sólo es una explanada  edénica que siempre amanece adornada de flores blancas bajo un arco iris que pierde sus colores de encanto cuando se va la primavera.

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