Las sociedades actuales son en realidad deslumbrantes vidrieras de fantasías, donde se exhiben toda forma de vida.

Desde mentes inmensamente creativas hasta cerebros cegados por la ambición cuya forma de vida es la violencia. La lucha por subsistir es atroz, da la impresión que la muerte; es el vehículo mas efectivo para lograr una material cima del éxito. Unos avanzan lentamente pero seguros en base al talento. Otros avanzan raudamente haciendo trampas, pisoteando, destruyendo a sus semejantes sin compasión.

A la corta y a la larga; el que asciende o goza del reconocimiento popular tras esforzada lucha, tendrá el aprecio del pueblo y se hará imperecedero e inapagable su antorcha de sabiduría. El que logra la cima o parte del éxito por oscuros designios, lo único que cosechará es el repudio hasta más allá de la muerte. Ese es el destino que la depara la vida a todos aquellos que crean su futuro en base a malas acciones y a los que trepan la escalera del triunfo atropellando a diestra ay siniestra.

En este horrible mundo donde se vende hasta la libertad y la conciencia; todo tiene su precio y se paga con oro y sangre al contado. Más dentro de todo este oscuro negociado, hay quienes avanzan espiritualizados casi junto al comercio de voluntades pero sin formar parte de ella. Esta clase especial de baluartes de la transformación del hombre por ser fuentes de valores, entrega y desprendimiento; se ha sublimizado tanto que a la existencia valoran desde sus ópticas divinales y están por encima de vanas pasiones y denigraciones humanas. Cuando se logra esta aureola celestial, el hombre ya no compra lo más esencial para vivir con dinero; lo adquiere con una sonrisa. Es que así muchos no lo crean; el hombre para ser feliz, solo necesita de amor y la paz a cada instante y eso no se compra en el mercado. Reside en cada uno de nosotros. Solamente es preciso cultivarlo con el alma. Ojala que de hoy en adelante todos puedan comprar con una sonrisa.