Como dos gallos en trance
se acomodan frente a frente
y con rítmico torrente
colorido dan al lance.
Cada cual da alegre avance
con variado taconeo
y en gracioso contoneo
dejan claro su destreza,
es por eso una belleza
el tan criollo zapateo.
Historiadores, folklorólogos, personas que conocen de la tradición y que los han visto en acción, cuentan historias que hasta parecen inverosímiles por la majestuosidad de sus pasos. Lo cierto es que desde que llega el negro al Perú se produce un mestizaje con sus costumbres y expresiones artísticas y de ahí se origina toda una gama de expresiones artísticas que engrandecen al folklore peruano y que ha dado mucho que hablar en el extranjero. Por eso es que existen una serie de narraciones que enfocan este tema tradicional, pero valgan verdades; es un arte que se ha trasmitido de generación y generación y su campo de acción fue la chacra, los galpones, la ranchería. En su inicio, como no se usaban zapatos, lo que se hacía era un escobilleo, un repicar con el piso con la parte del talón, la planta o con ambos pies acompañado de un quimboso movimiento de cuerpo en la cual la picardía y sandunga cobraba esplendor. Se hacía generalmente en piso de tierra y su practica era muy común entre la gente morena, lo que quiere decir que en toda nuestra costa peruana donde habitó la raza negra, hubo una serie de representantes genuinos que muy bien merecen ser resaltados porque fueron baluartes anónimos de un costumbrismo que no debe morir y tenía las características de un contrapunto en la cual ganaba el que no repetía y sabía más pasos. Se acompañaban con un toque característico y original de guitarra, violín, cajón o el “checo”. Se cuadraban frente a frente los contrincantes y con el fondo musical muy armonioso, empezaba la competencia que según la dureza del suelo podían levantar hasta polvareda. Según la capacidad del bailarín, podían estar una o dos horas en escena hasta que alguien se daba por vencido. Había un jurado elegido entre los mismos concurrentes al encuentro en la cual chequeaban que no haya pasos repetidos, que no se toque el piso con la mano o una parte del cuerpo y sobre todo, que lo haga al compás de la música porque no era considerado una buena pasada si estaba desacompasado el ejecutante; como también había guitarristas que apuraban o retrasaba el toque con el fin de hacer equivocar al bailarín a propósito o por algún extraño interés. Inclusive había competencia de hacienda con hacienda o barrio con barrio. Si alguien se enteraba que en tal sitio había un zapateador bueno, iba y lo retaba para saber quién es quién, Quedaban para un sábado o domingo y lo hacían en la tienda o “tambo” del lugar y a la hora acordada se hacían presente los artistas y asistía gran cantidad de público que hasta se cruzaban apuestas honrando a sus preferencias y se desarrollaba el evento en medio de una barra ensordecedora por bulliciosa que la que celebraban a cada instante la destreza de los bailarines. Era toda una fiesta popular donde el licor y la comida le ponía el toque de apoteosidad a la reunión. También después de los partidos del fútbol dominical, una pelea de gallos o alguna fiesta patronal. Para celebrar el triunfo o la derrota o el encuentro amical, se reunían en la tienda de la esquina para brindar y bastaba que uno empiece con la décima o zapateo y se arrancaba la jarana y no tenía cuando acabar.
Con el transcurso del tiempo y con el uso del zapato, podremos ahora decir que hay zapateadores y existen de todas las razas por ser nuestra patria pluricultural, pero ocurre que en el campo ya no hay mucha gente del “pelo” por lo tanto no hay muchos herederos de esta hermosa manifestación de arte. Además con el surgimiento de la Peñas Criollas por la década de sesenta, setenta, a la fecha; dichos lugares se han convertido en los lugares precisos donde el artista muestra su clase de antaño. Ahora también existen academias donde se enseña a zapatear, pero siempre sigue siendo el barrio la fuente principal donde se forma el zapateador desde niño por herencia ancestral
El ayer y hoy enlaza
por artístico y galano
al ser aire de una raza
el zapateo peruano.
Las ancestrales raíces
simboliza tradición
porque data su invención
de muy añejos matices.
Tan antiguas directrices
hoy luce costeña traza
y con el tiempo se abraza
engrandeciendo el paraje,
por lumbre del mestizaje
al ayer y hoy enlaza.
II
Con punta y taco hoy en día
escobilleo con suela
hacen gala de una escuela
más hermosa alegoría.
No es acaso fantasía
hay maestría temprana
y tras quimba palangana
muestran bien su caro precio,
gozando de todo aprecio
por artístico y galano.
III
En antaño sin zapatos
se hacía con pies al suelo
entre pasadas al vuelo
con fundamentos innatos.
Repiqueteaban muy gratos
a veces en plena plaza
con la viola que solaza
o el violín como fiel base,
el bailarín luce clase
al ser aire de una raza.
IV
También hay la percusión
en todo acompañamiento
y da vida al movimiento
el sincopado cajón.
Cada paso es fiel lección
de un acento soberano
y en candente mano a mano
dan un ritmo impresionante,
por eso digo campante
el zapateo es peruano.
V
Desde Ica, Lima y Norte
zapateadores hay buenos
y por eximios morenos
a la patria dan su aporte.
El que tiene criollo porte
en contrapunto mayor
que prosiga con furor
dando su bello repique,
más que siempre se practique
por ser joya del folclor.