El éxito de toda institución si se quiere constituir en ejemplo en razón a su productividad, se debe no tan sólo, a los títulos y grados de los que integran el ente.
Es el fruto más bien de la conducta positiva del equipo de trabajo. Una dorada medalla no siempre significa eficiencia, como no simboliza calidad el rostro adusto y ególatra de algún renegado social que cobijado en un puesto de casualidad, quiere demostrar sapiencia cuando si está en la palestra, sólo se debe a la sumisión que le guarda al superior que le da la vida. Su mal genio o su creencia que todo sabe, su voz alturada que más linda con la prepotencia, su tendencia a la humillación hacia su entorno; es el vivo reflejo del servilismo a que es sometido por quien le da alas para volar. Generalmente son personas que no le ha ganado a nadie y al ser uno más del montón se sienten minimizados ante quienes si son baluartes por las innovaciones y transformaciones que propenden. Po eso tratan de crearse una aureola de suficiencia desmedida e imaginan; según ellos, que siendo pedantes, altaneros, orgullosos, con poses de eminencia, van a gozar de un sitial mayor; cuando su coeficiente mental está a la altura solamente de un desadaptado cuya inmadurez lo denota en sus acciones y dejan mucho que desear en la sociedad. Actúan así porque hay alguien que está arriba y al padecer de los mismos síntomas, le da sombra para que ponga en práctica sus errados pareceres que son producto de la escasa humanidad que posee y que no le deja ver la realidad. Puede llegar a tener los más altos grados del saber humano, pero no refleja ecuanimidad. Es que en la actualidad, no siempre por supuesto, hay excepciones; por amistad o pagando, es posible lograr el cetro que representa a la excelencia. Más ese logro superficial no certifica el grado de simpatía, empatía que debe lucir todo líder con ansias de futuro. Si una persona aduce terquedad y solamente lo que hace es bueno, estamos frente un caso de ego irremediable. No se precisa para el cambio, de un ser sin carácter como tampoco se quiere demasiado autoritario que da las órdenes a sus subalternos como si fuera su fundo. Sólo la intervención de personas conscientes, con visión de mañana, carismáticas, despojados de todo interés económico, seguros de su rol y de su realización personal, permiten conseguir el panorama del éxito imperecedero. Lo demás es fantasía al ser flor de un día. Cuando se rompa la cadena que lo tiene atado a su presión interna, cuando ya no haya el cordón umbilical que lo une al que da rienda suelta a sus caprichos; se sabrá el secreto y rodarán las cabezas cuesta abajo rumbo al abismo dejando una secuela de injusticias difíciles de borrar porque los casos de arrogancia hablarán por sí solas. Será cuando la soledad le embargará sus corazones y en su desesperación lo hará que imploren apoyo a los que un día le truncaron su camino al cielo en razón a sus virtudes. Ahí comprenderán el peso del rencor y cuanto duele el desprecio. Ante lo cierto, se hace preciso que cada cual se haga un examen de conciencia y analice el tramo recorrido y sopese sin fanatismos y de manera imparcial ¡hasta donde es verdad tanta belleza! Más según el resultado, retomar el sendero con la experiencia vivida y pensar a cada instante que no somos gran cosa en el espacio de competencias. Lo que uno simplemente sabe y repite, hay otros que en base a la investigación se proyectan a lo desconocido y son los que dejan trabajar y generan un horizonte de promisiones en relación a los atributos del ser y que se basan en la proactividad, la sinergia, los objetivos comunes, el respeto a los demás y hacen de la humildad un himno con alcance planetario.