La sagrada libertad de las personas, muchas veces linda con la egolatría y eso se nota cuando se trata de asumir posiciones para lo cual no se está en condiciones.
La preparación académica y la vivencia obligatoria en la Universidad de la vida, dan la experiencia necesaria como para lograr umbrales de trascendencia singular. Por esta razón los sitiales que tienen que ver con el devenir de la sociedad, requiere necesariamente del conocimiento apropiado para salir airosos de toda realización humana. Por eso no es nada halagador ni confiable cuando emerge de la noche a la mañana un nuevo líder y que intenta copar las expectativas de toda una población que anhela la presencia de seres íntegros según los requerimientos de las grandes mayorías. Es que no sólo basta la imagen para tener popularidad, sino la sapiencia comprobada y el afán de servir a la comunidad sin intereses creados. Cualidades no tan comunes en los que intentan llegar al corazón del pueblo. Ante esta realidad se hace urgente que cada cual se haga un examen de conciencia pero con sinceridad y en toda su dimensión para ver sus posibilidades de acción. La razón, el sentido común, el juicio, deben prevalecer en este análisis de actitudes y aptitudes para determinar las posibilidades de éxito cuando se intenta llegar al poder. Es que la colectividad está cansada de creer en las promesas de los candidatos. De aquellos que cuando llegan al trono, no muestran empatía, simpatía, sinergia, proactividad, y solo hacen gala de un egocentrismo sin límites. Ya no se quiere tener una autoridad que se rodea de gente que pone dinero en la campaña electoral y después quiere recuperar su inversión, o el falso partidario que reclama trabajo porque apoyó en la contienda política. Ya no se quiere al que se ciñe la corona y forma su cofradía y trata de gobernar en base al amiguismo, compañerismo, y en compensación sus allegados le aplauden hasta los errores que comete. Llama a sus amigos nombrados en otras instituciones pero como ganan poco les ofrece puestos para lo que no fueron educados y por tal motivo producen poco o nada. Ya no se quiere al necio, al terco, al cínico, al cretino, al caprichoso, al desentendido, que a través de la mentira quiere tapar el horrible desgobierno que cunde en la ciudad. El ser elegido por el voto popular es como asumir un apostolado, un sacerdocio en la cual hay que cumplir como manda la ley, con asertividad total y en ello tiene mucho que ver la equidad personal, la moral, la personalidad y el amor a la tierra; pero esa identidad, no se compra en el mercado. Son cualidades de la persona y son factores preponderantes que determinan el afán de crecimiento y desarrollo como primera acción en bien de la tierra que hoy nos acoge. Este compromiso nace del ser y hay que dedicarse en alma, vida y corazón hacia ese objetivo. Como se podrá apreciar, encontrar una persona realizada, de espíritu emprendedor con entrega y creatividad, no es fácil, pero existen por lo que se le debe ubicar pero con los ojos del corazón. Es que hay personas que porque ya tienen una profesión, maestrías, doctorados o porque ya están jubilados y necesitan más dinero, o simplemente porque alguien los anima, o tocados por el oportunismo; deciden tomar el bastón de mando, sin tener el mínimo de sustento político como para ejercer tan delicado cargo. En esta toma de decisiones, tanto postulante como pueblo, deben actuar con madurez y conciencia de tal manera que cada cual no se sobrepase los límites de la cordura y las buenas costumbres. El que tiene la banda debe encarar el futuro pleno de modernidad y con tecnología de punta. Llevar a cabo las obras que prodiguen un avance sostenido en base a la explotación consciente de las riquezas naturales y que no solo se propenda bienestar, sino que el hombre pueda cristalizar sus más grandes metas. Para ello la población debe prepararse para asumir el gran reto de ser actor de su propio despegue económico y no generar su misma desocupación y que el elegido por obligación tenga que solucionarle su escaso poder adquisitivo en base a la sumisión y el servilismo. El honor debe estar por encima de todos los valores humanos y la lealtad, comprensión, el entendimiento y la ética, deben estar muy por encima de toda vanidad que no falta en el corto paseo terrenal.