Si se hace un análisis pormenorizado, desde cuando empezaron a mostrar su virtuosismo las glorias del arte integral en todos los tiempos y en sus variadas formas; nos encontramos cara a cara con una gran realidad; desde niños dieron muestras de un precoz innatismo y que lo llevaría más tarde a los más altos peldaños de la excelencia.
De lo que se deduce, que en la mayoría de los casos; salvo respetables excepciones, la educación superior técnica o universitaria, les dio un título; pero no desarrolló aún más sus facultades artísticas. Es que esa predisposición o capacidad nació con él sin lugar a dudas. Más ya sea por herencia genética, la influencia del hogar y el descubrimiento de cuál es su rol sobre la faz de la tierra, se auto formó, se auto educó y al ser poseedor de cualidades naturales, se fue perfeccionando hasta llegar al pico más alto de la calidad. Hay instituciones que forman en ciertas artes y hasta dan grados de maestrías y doctorados, como el caso de Literatura; pero los que imparten la enseñanza, no siempre, son los íconos en el campo de las letras, por la que sólo se obtiene un mejor status, se perennizan en el puesto de trabajo, posición social o en ciertos casos, sirve solamente de alimento al ego personal; más no excelsitud en sus manifestaciones espirituales. Inclusive hay artes manuales que solo se trasmiten de generación en generación como los que tallan la Piedra Huamanga, entre otros. Más cabe preguntar volviendo al tema en mención ¿Dónde se gradúa el poeta? El orador de multitudes, el cantante criollo, el percusionista y se convierte en un Licenciado para empezar. Hay una Ley del Artista pero que aún no da frutos porque no se le interpreta en su verdadera dimensión y no se le da la importancia se si se merece. Más ahí no reside todo el problema. Lo más importante es que la transmisión de conocimientos y la generación de nuevos valores, no se convierta en un descarado y materialista negocio, porque se estaría traficando con la ofrenda de sabiduría que la considero sagrada. La educación es un auténtico acto de amor. Por eso, el día que los verdaderos actores de la realización artística, previa orientación pedagógica; ingresen a las aulas en los tres niveles y enseñen sus experiencias en las distintas ramas de las expresiones del alma; cada centro de estudios se convertirá por derecho propio en un auténtico semillero de artistas que no habrá tiempo que lo olvide ni barrera que los ataje. Es que solo las personas que han recorrido escenarios día y noche delegando la preciosidad de su arte, no más aquellos que han hecho del espacio vacío un ramillete de rosas como fruto de la magia de la palabra. Las manos maravillosas de baluartes sin fronteras, que cogiendo la caña, la totora, el junco, la madera, el metal, la arcilla, las semillas y otras bondades de la natura, dan un concierto de belleza al universo. Tan solo aquellas mentes privilegiadas por leyes divinas, harán posible una nueva generación de eximios representantes de la diversidad intelectual, llenando de trinos armónicos esta tierra bendecida por el cielo. Con lo que afirmo, no se le está quitando el sitial a los excelentes valores académicos. De ninguna manera. Sino que en esta corta existencia, para llegar al umbral de la excelencia, hay que llamar a las cosas por su nombre, sin mentiras, ni tapujos y ajeno a toda falacia y apariencia y darle el sitial que se merece el que si se lo ha ganado por méritos propios gracias a su talento puro. Solamente cuando se le abra las puertas a los verdaderos valores populares que han dejado huellas en los corazones por la versatilidad de su ofrenda; cambiará el panorama de esta patria roja y blanca hincha de homenajes póstumos y no cuando está en vida el artista. Es que si bien es cierto que la política da las pautas para el crecimiento de las urbes, donde el hombre lleva su existencia. El arte es sinónimo de cultura y toda sociedad que canta y baila, construye su camino hacia el bienestar general. Despeja el panorama nebuloso por las inconductas humanas y predispone al ser a lograr las más grandes hazañas. Es que la fuerza que emana el arte predispone a la mente para que pueda propiciar parajes de realización humana con visión planetaria. De no ser así, seguiremos como estamos por los siglos de los siglos.